Un espacio destinado a charlar acerca del cine, saboreando una taza de café (puede que más), sentados en torno a una mesa. Por el simple gusto de hablar por hablar acerca de una pasión compartida por una reducida infinidad, así nomás como son estas cosas.
lunes, 29 de junio de 2009
DIGNIDAD, SIEMPRE DIGNIDAD
martes, 23 de junio de 2009
domingo, 21 de junio de 2009
SIC TIBI MARE LEVIS
[MÚSICA DE ACOMPAÑAMIENTO].
Arrodillados de espaldas al castillo de popa.
Sentimos cómo las astillas se clavan hasta el mismísimo hueso.
Las muñecas, ateridas, sin sangre. Unos cabos húmedos, salitrosos, mantienen prendidas nuestras manos, pálidas a causa del frío; la humedad, la tirantez del cáñamo a medida que se seca, el miedo.
Un miedo terribe, cerval, franco terror, pánico; un conglomerado de sensaciones que hace que nos mantengamos cabizbajos, a la espera de nuestro fatal destino.
El combate ha concluido. A pesar de nuestro arrojo nada pudimos hacer para derrotarles. Eran muchos, demasiados. La metralla escupida por sus culebrinas había diezmado a la tripulación. Sólo nos había restado luchar, luchar y luchar, aunque sólo fuera por puro orgullo, o por desesperación.
A cada vano intento de elevar un tanto el rostro la punta de un sable, hincada muy levemente sobre nuestras gargantas hinchadas, nos obliga a reconsiderar nuestra intención, a agachar la cerviz, a rumiar por lo bajo el salado sabor de la derrota.
Agachados como estamos sólo alcanzamos a oír el tumulto organizado a nuestra vera y bajo nuestros pies y rodillas: las frenéticas carreras de acá para allá, entre gritos de triunfo y risotadas; las terribles maldiciones que proferían los que emergían de la bodega, sus manos vacías, al no haber hallado nada de valor salvo un cargamento compuesto por sacos y sacos de café. Café, nada de oro u objetos preciosos.
Tañido de una campana.
Sonidos de claveteos.
Latidos de nuestros corazones.
Goteo rítimico de la sangre al caer sobre cubierta, procedente de nuestras abiertas heridas.
Algunos de entre ellos se habían ocupado de asentar un tablón en la amura de estribor: un trampolín con vistas. Ahora bien, puesto a escoger entre un breve paseo coronado por una fatal zambullida o bien degustar un pegote de grasa de cerdo antes de ser pasado bajo la quilla encontrábamos preferible al primero. Siempre y cuando no se impacientaran y como resultado decidieran acudir a otros métodos más expeditivos tales como arrojarnos sin mayores miramientos por encima de la borda.
[CAPÍTULO SIGUIENTE].
SURREALISMO
El escritor que habitaba en su interior le urgía a llevar hasta el final su pretensión. No le arredraba el carecer de cualquier clase de conocimiento acerca del tema, ni siquiera que nunca hasta entonces se hubiera planteado seriamente acometer tan descabellada empresa. Aún más, ambas constituían razones de peso para emprenderla cuanto antes. Había leído multitud de textos consagrados a la cuestión, sintiéndose capacitado para iniciar el viaje. Sí, había dedicado muchas noches al estudio concienzudo de las novelas de Verne y Salgari, el "Moby Dick" de Melville, los folletines de piratas de Sabatini, las aventuras de Jack London...; en fin, en su imaginación había circunnavegado varias veces el Globo (como viva muestra varios aretes pendían de su lóbulo izquierdo).
Con pareja maestría e ilusión comenzó a navegar entre los píxeles de su monitor, sorteando tormentas de cursivas y arrecifes suspensivos, rozando cabos finales y huyendo de tribus inamistosas procedentes de islas de blancos márgenes,... Incluso su tez adquirió un tono tostado propio de un genuino lobo de mar. Algunos que le visitaron en aquellos primeros momentos aseguran haber visto una que otra gaviota aleteando cerca de la lámpara, en el brumoso techo.
Uno tras otro transcurrieron los días y la travesía novelada no cesaba en su avance, con el viento hinchando las velas de su creatividad. Acerca de su dureza proporcionaba una buena muestra el hecho de que nadie le hubiera visto salir de su camarote. Salvo algunos amigos y los encargados de avituallarle nadie accedía a la casa.
Y llegó el aciago día en que alcanzaron el previsto cumplimiento los vaticinios desplegados. Como involuntario testigo del desenlace un histérico proveedor de víveres; la causa del sobresalto, un silenciosamente boqueante cuerpo, todo ojos.
El escritor había perecido ahogado. No sabía nadar.
miércoles, 10 de junio de 2009
ALFILERAZOS FOTOGÉNICOS (X): SPARTACUS EN HISPANIA
Stanley Kubrick durante los preparativos del rodaje en España de su película "Espartaco" ("Spartacus", 1960)
domingo, 7 de junio de 2009
FILIBUSTEROS AL FRENTE, FILIBUSTEROS A LA IZQUIERDA, FILIBUSTEROS A LA DERECHA
Sin tardanza los primeros filibusteros saltan sobre la cubierta].
Ese y no otro era el grito que resonaba de proa a popa, mientras luchábamos con cuanto teníamos a mano, bien fueran sables, simples maderos o los mismísimos dientes si era preciso.
"Réquiem de Guerra", opus 66, de Benjamin Britten
viernes, 5 de junio de 2009
GRETA GRAY YA NO VIVE AQUÍ
Nota adicional: contaba el director de fotografía Milton Krasner una anécdota acerca del rodaje de la película "Doble Vida" ("A Double Life", George Cukor, 1947). Necesitaban recrear un rayo de luz que caía sobre el escenario, mientras los actores protagonistas, Ronald Colman y Signe Hasso, representaban "Otelo" de Shakespeare. El profesional no sabía cómo lograr ese efecto y se devanaba los sesos en busca de una solución que se obstinaba en no mostrarse. En esas estaba cuando se le ocurrió una idea: un pintor dibujó con tiza el rayo de luz sobre una pizarra negra, seguidamente filmaron el reflejo sobre un espejo para mostrar aquel rayo cayendo sobre la pareja actoral. De esa manera obtuvieron el efecto buscado.
miércoles, 3 de junio de 2009
TOQUE DE ZAFARRANCHO
Apenas nos resta munición. Ambos navíos ya en paralelo. Casi podemos tocar con nuestros dedos las bocas de sus cañones, ahora mudos. Preparamos las hachas. Con silbidos premonitorios a masacre atraviesan el hueco entre ambos barcos los primeros garfios. Hincados en la borda preceden a sus cordajes. En vano tratamos de seccionarlos. Por cada uno que segamos surgen cinco más. Crujidos del barco apresado. Diríase unido en destino al galeón atacante.
Una voz gutural, como procedente del mismo averno, hiende el aire, al otro lado de la maraña de cáñamo: “¡Caballeros! ¡Dispongan los reales de a ocho para Caronte!”.
Los primeros de entre ellos saltan sobre nuestra cubierta…
[CAPÍTULO SIGUIENTE]