Hace ya unos días el señor Pond, Sacha y uno mismo regresamos de una corta estancia en Madrid. Al menos una vez al año nos gusta poner a secar nuestros huesos, ya un poco cansados de la humedad (ambiente) y de la sequedad (de intereses) reinantes acá arriba. Ni qué decir que el viaje resultó provechoso.
Como ya somos veteranos en lo que a compartir viajes se refiere no bien habíamos dejado nuestras valijas en el hotel ya cada uno se había dispersado por la urbe, de acuerdo con los planes que hubiera trazado de antemano.
Según me cuentan a Sacha le vieron varias veces desayunando en el Café Comercial, aunque este extremo, dado lo poco hablador que es, no podría confirmarlo.
En cuanto al señor Pond me consta que hizo una breve visita a "La Buena Vida", en Vergara, para después establecerse definitivamente en el "Café Via Margutta" en "Ocho y Medio", a la búsqueda de cierto libro sobre Preston Sturges.
A la vista de que aquí cada cual seguía sus propios derroteros me propuse recuperar mi abandonada costumbre de caminar, las más de las veces sin rumbo fijo, al tiempo que comprobaba la resistencia del calzado sometido a un esfuerzo por lo demás bastante desacostumbrado.
Como parte de mis periplos kilométricos de vez en vez me detenía a hacer alguna que otra fotografía (nada del otro mundo, no se vayan a pensar), tratando de atrapar aquello que me llamaba la atención; tomaba alguna que otra cañita (por aquello de no deshidratarme) y bebía abundante agua (para paliar los efectos no ya solo de la deshidratación sino de las cañitas).
Tras varios días de vagabundeo por separado los tres nos reunimos para el viaje de regreso, momento en el que el señor Pond y uno mismo nos dedicamos a intercambiar impresiones. Ya mencioné que Sacha, nuestro barista, no es muy hablador sino más bien un hombre de hechos. Y de hecho, valga la redundancia, desde nuestro regreso prepara unos granizados de café con leche aderezados con Bailey´s...
Entre las fotos que le mostré al señor Pond hubo dos que le llamaron poderosamente la atención.
Calle Conde Romanones
Por suerte cuando me lo encontré aún no había abierto
Por suerte cuando me lo encontré aún no había abierto
Calle Núñez de Arce
Sábado, a las ocho de la mañana. Primero atrajo mi atención la maleta abandonada, hasta ese momento solo me había cruzado con botellas y vasos de plástico, y después la decoración de la persiana; sería ya de regreso cuando observaría con mayor detalle el nombre del establecimiento
Como les decía, durante nuestro regreso el señor Pond examinó con sumo cuidado estas dos fotografías (cinco horas de viaje dan para mucho, incluso para ponerse al día en el visionado de "blockbusters" por cortesía de la compañía de transportes).
Al arribar a destino me miró durante unos segundos, con esa mirada en la que sus ojos adoptan el aspecto de un estanque (ya les he hablado anteriormente de ella) y pronunció estas tres palabras: "tengo una idea".
Desde entonces nuestra persiana ya no es exactamente de color rojo...
Al arribar a destino me miró durante unos segundos, con esa mirada en la que sus ojos adoptan el aspecto de un estanque (ya les he hablado anteriormente de ella) y pronunció estas tres palabras: "tengo una idea".
Desde entonces nuestra persiana ya no es exactamente de color rojo...
4 comentarios:
Buenas tardes, Dexter
Adoro ver cómo la gente aprovecha adecuadamente sus viajes. Y es que en los lugares más inesperados es donde uno suele encontrarse con las cosas más curiosas, extravagantes y que a la hora de recordar unas vacaciones, se nos quedan grabadas en la retina.
Sin duda, las paradas de obligada hidratación, también las adoro, que conste.
¡¡Un saludo cinéfilo!!
Y lo que uno se oxigena durante su transcurso, Blas, lo que uno se "oxigena".
Un saludo cinéfilo.
Alberto Q.
bonitas fotos de un bonito y entrañable viaje (a buen seguro lo fue, por tus letras).
Conozco varios sitios de los que citas. El kiosko de Romanones no reparé nunca en su presencia aunque conocía de su existencia por una casualidad reciente...
Un saludo cinéfilo madrileño
:)
Alberto.
Es lo que tiene echar a andar sin rumbo fijo, que cuando menos te lo esperas te sale algo al paso.
Un saludo cinéfilo-asturiano.
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