Antes de empezar pongamos un poquito de música.
A modo de tierno inciso
Con no poco afecto más sin afectación y desde luego jugueteando con los términos que es uno de los mejores pasatiempos que existen en este mundo. Algo de lo que aquél a quien le está dedicado no sabe poco que digamos.
Porque no nos hundan, Gerardo.
“Arrancar algo de eternidad a lo desesperadamente efímero constituye el mágico truco de la humana existencia”.
Tennessee Williams
El último cliente se ha marchado y desde entonces han transcurrido sus buenos quince minutos. En el Gino´s quedamos Norberto y yo, que como es lo habitual pasaré la madrugada ovillado en un rincón, como gato que soy. Solo restan por realizar algunas de las últimas labores propias del final de la jornada. El cañero se encuentra limpio, reluciente. Con su forma de jota casi recuerda a un brillante saxofón,... No, no puedo resistirme a introducir una anécdota ahora que lo menciono.
En cierta ocasión entró en el local un desconocido muy apuesto y aún mejor vestido. Sin duda un hombre de negocios que se había dejado caer por allí debido a una de esas casualidades que se dan con abundancia, aunque las más de ellas se nos pasen desapercibidas. El caso es que se pidió un café al tiempo que depositaba abrigo de buen corte y maletín de cuero sobre un taburete. No había empezado a revolverlo cuando ya su atención había paseado por cuanto le rodeaba, cuadro de don Damián incluido, no dejando de prestar atención a la decoración, sin que se le escapara a la perspicacia de la que sin duda no carecía la clientela que en aquel momento le prestaba compañía. Tras un sorbo al cremoso brebaje se dirigió a don Celso, quien por aquellos días aún se ocupaba de la llevanza del establecimiento mano a mano y codo con codo con Norberto.
-Y, dígame, éste local, ¿lleva abierto desde hace mucho?
Don Celso arqueó las cejas mas no le contestó de inmediato. Antes se permitió echarle de nuevo a su interlocutor un disimulado vistazo para acto seguido sonreír un poco y terminar por entrecerrar un tanto su ojo derecho, como si de esa forma pretendiera afinar la puntería antes de ofrecerle su respuesta. Una vez practicado ese ceremonial, que desde luego no notó el cliente puesto que la discreción había presidido en todo momento su desarrollo, le soltó lo siguiente:
-Observe usted ese cañero, caballero.
No bien había pronunciado esas palabras ya estaba girando su cabeza hacia el objeto cuya presencia quería destacar, como si pretendiera con su movimiento portar consigo la atención del que le había preguntado. Lo consiguió pues el recién llegado desplazó sus ojos hacia el cañero, un tanto confuso porque de ningún modo encontraba correlación alguna entre el instrumento así indicado y su pregunta.
-Ese cañero, señor mío -don Celso bajó un poquito la voz, como si lo que viniera a continuación fuera una importantísima confidencia-, a este servidor le fue dado ver cómo lo soplaba una noche de borrachera el mismísimo Charlie Parker. Cuál sería su grado de ebriedad que en su confusión lo tomó por un saxofón y juntando acto con pensamiento, tras arrimar sus labios a la espita, se puso a pegarle semejantes sopletones que, rendido a la evidencia, del barril emergieron los sones de "Just Friends". Imagínese lo vetusto que será este local, imagíneselo.
El cliente, chasqueado, dibujó con los labios apretados una sonrisa de compromiso, bebióse el resto del café de un solo sorbo, incinerando en el proceso amígdalas, esófago y orgullo herido y se fue con viento fresco, eso sí, no sin antes reparar en recoger su abrigo de loden y el maletín. El taimado de Don Celso sabía cuándo se precisaba dejar a un lado la diplomacia y recurrir a la más fina ironía.
Vuelvo a Norberto quien al caracoleante sonido de las neveras y rodeado por el arrullo de la máquina de fabricar hielo, limpia con esmero la barra, una vez listo el vacío y con la cafetera fregada. Deja el suelo con la cohorte de colillas y servilletas que lo adornan para la limpiadora. Es un creyente practicante en la labor de equipo y en la producción en cadena, además comulga con la idea de repartir un trabajo que precisamente no abunda entre la mayor cantidad de gente posible.
Mas antes de que apagara definitivamente las luces y conectara la alarma (cargar y amartillar, o sea, pulsar la combinación y girar la ruedecita) aún practica con cara de satisfacción un alto junto a la barra. Se echa las manos a la espalda para frotarse los dolores y sus labios dibujan la más sincera expresión de satisfacción.
...Y cuando Norberto contempló la pequeñez de sus dominios sonrió de veras porque no había más territorios que quisiera conquistar.