Un espacio destinado a charlar acerca del cine, saboreando una taza de café (puede que más), sentados en torno a una mesa. Por el simple gusto de hablar por hablar acerca de una pasión compartida por una reducida infinidad, así nomás como son estas cosas.

Bienvenidos a mi hogar. Entren libremente. Pasen sin temor. ¡Y dejen en él un poco de la felicidad que traen consigo!

domingo, 31 de mayo de 2009

PARALELO 40 RUGIENTES



"En el Cabo de Hornos se juntan dos océanos, el Atlántico y el Pacífico, un lugar que es conocido entre los marineros por el nombre de Paralelo 40 Rugientes. La tradición del mar exige que se cruce a vela, y el distintivo de tal hazaña penderá del lóbulo de la oreja del marinero que lo haya doblado tal y como marca esa tradición.

El cocinero taladrará el lóbulo y pasará un cordel a través del agujero con lo que impedirá que se cierre el orificio; al cabo de cierto tiempo se colgará el pendiente: un arete fabricado ex profeso a partir de un clavo de hierro del propio barco.

Aquellos arrojados que doblen también el Cabo de Buena Esperanza, en el extremo más septentrional del continente africano, gozarán del derecho a lucir un segundo pendiente".


Tal era la interesante explicación que me estaba dando el señor Pond en esta tranquila mañana de domingo. Bien fuera por el tono de su voz, o más bien a causa de mi excitable imaginación, hasta sentí cómo el olor a salitre impregnaba mis fosas nasales. Por un instante aventuré a modo de explicación la hipótesis de que quizás Sacha estuviera purgando la máquina de café. Al levantar la vista para verificar este extremo lo que mis ojos contemplaron fue algo muy diferente, por completo opuesto al aspecto habitual de este cafetín durante lo que no dejaba de ser una mañana muy tranquila, una apacible mañana dominical. Era, era...

¡Era imposible!




¡¡¡Piratas!!!

¡¡Piratas a babor!!

¡¡Artilleros a sus puestos!!

¡¡Suelten trapo!!

¡Mr. Hawkins!, ¡¡vire todo a estribor!!



"La Jolly Roger roja ("no mercy, no quarter": no habrá muestra alguna de clemencia para los supervivientes que sean hechos prisioneros)".





"Piratas del Caribe: la Maldición de la Perla Negra" ("Pirates of Caribbean: The Curse of the Black Pearl", Gore Verbinski, 2003); "The Black Pearl", tema de la B.S.O. compuesta por Klaus Badelt


Fe de erratas (2/6/2009): por un error del departamento de documentación se deslizó el nombre de Hans Zimmer como compositor de la B.S.O. de "Piratas del Caribe: la Maldición de la Perla Negra". Realmente fue compuesta por Klaus Badelt, dato que ya ha sido corregido en el texto.




[CAPÍTULO SIGUIENTE].

SECUNDARIOS DE HOLLYWOOD: RONALD FRASER



Existen rostros que poseen unas características que los hacen destacar sobre los demás. Peculiaridades que los fijan en nuestra mente cuando los vemos aparecer en la pantalla blanca de un cine (con suerte) o en la de un televisor (u ordenador). Puede ser una separación entre los incisivos superiores, caso de Terry-Thomas, o una cabeza redonda, en cuyo centro destaca una nariz pequeña. Este último es el caso de Ronald Fraser (1930-1997).





Ronald Fraser era en vida un actor británico, había nacido en el condado de Lancashire, cuya trayectoria profesional se desarrolló tanto en la televisión como en el cine. Por mi parte sólo he podido disfrutar de su trabajo en este último medio [v. filmografía completa en IMDB].


Una de las películas ambientadas en la SGM a la que tengo un singular aprecio (hay más, por supuesto, pero siempre guardé un grato recuerdo de ésta desde la primera vez que la vi) es "Comando en el Mar de China" ("Too Late the Hero", Robert Aldrich, 1970).



En ella Ronald Fraser interpreta a un soldado de pocos escrúpulos, cobarde y sin moral, que participa junto a sus compañeros en una misión suicida al otro lado de las líneas japonesas. Y, por supuesto, hay que mencionar la presencia de Michael Caine y Cliff Robertson, así como la trepidante escena final... (aunque eso ya sería otra historia).


Curiosamente la segunda oportunidad que tuve de asistir a su actuación fue en otra producción de Robert Aldrich, una película en la que se nos muestra cómo tratan de sobrevivir un grupo de tripulantes que viajaban en un avión siniestrado en pleno desierto del Sahara: "El Vuelo del Fénix" ("The Flight of the Phoenix", 1965).



Una magnífica oportunidad para ver en acción a un magnífico reparto: ya no sólo a Fraser sino también a James Stewart, Richard Attenborough, Ernest Borgnine, Hardy Kruger,...


En suma, cine de otra época.

sábado, 30 de mayo de 2009

A LOS SONES PIRATAS





What shall we do with a drunken sailor”- Clancy Brothers and Tommy Makem






Fifteen Men On A Dead Man's Chest


"La Canción del Pirata" - Tierra Santa (versión musicada a ritmo de rock del poema de José de Espronceda)


viernes, 29 de mayo de 2009

MENOS ESTRELLAS QUE EN EL CIELO PERO LOS PIES EN LA TIERRA


Rick Blaine
[rompiendo la tarjeta que le ha entregado] :-Gaste su dinero en el bar.
Alemán:-Eh, ¿sabe usted quien soy yo?
[Rick le devuelve la tarjeta hecha trozos].
Rick Blaine [fríamente] :-Sí. Tiene suerte de que el bar esté abierto para usted.

Diálogo entre Rick Blaine (Humphrey Bogart) y un banquero alemán (Gregory Gaye) en la película “Casablanca” (“Casablanca”, Michael Curtiz, 1942).




Acerca de los diferentes aspectos bajo los que acostumbraba a mostrarse el carácter de Norberto cabría mencionar sin ánimo estricto una infinidad de particularidades. Un ejemplo: aunque por lo común se mostraba como alguien bienhumorado, si obviamos a modo de excepción para el talante habitual una cierta tendencia a sufrir recaídas ocasionales en el seno de la melancolía más profunda, esto no era óbice para que llegado el caso pudiera enfadarse hasta un grado bastante desagradable, siempre y cuando las cosas se desmandaran; una herencia sin duda proveniente de su pasado como camarero en aquel galpón de la Legión enclavado en el Sahara.
Otra cosa a destacar sobre él era su patente falta de capacidad para sobrellevar mínimamente a cuantos se recreaban pavoneándose en su presencia, ufanándose sobre el caudal de conocimientos que poseían, o más bien creían poseer. Aunque a fuer de sinceros Norberto solía respetar, siempre y cuando le respetaran tanto a él como a los demás parroquianos. Prueba de esa tolerancia era que a pesar de sus plomizas intervenciones aún permitía que Dragó se dejara caer de cuando en cuando por el local, mas sin que esta libertad pudiera ser tomada como un visado válido a perpetuidad.
Además cabría añadir que generalmente trataba a todo el mundo por igual, no haciendo distingos a partir de profesiones, vestimentas, clases sociales o familias. Si alguien, fuera quien fuera, se emborrachaba en exceso y amenazaba por ello con acabar por faltar a alguien, o quizás sólo por demostrar en plena ebriedad, y a grandes voces, sus dotes innatas para la práctica del karaoke, le despachaba con prontitud. Le era indiferente tanto si el que así obraba era su amigo Pepe, “el Curda”, cuando alguna que otra vez se desenfrenaba bien con sus versiones personalísimas del “Lago de los Cisnes”, o bien pretendiendo emular con escasa fortuna las coreografías de Fred Astaire en “Sombrero de Copa”, o si quien se precipitaba al suelo desde lo alto de su taburete era el siempre trajeado y presumido Diego Antúnez, el directivo del centro comercial, presa de los síntomas del karoshi al cabo de cinco whiskies rebajados con agua mineral. Siempre obraba de la misma forma: se acercaba a lentos pasos al individuo concreto y empleando unos muy buenos modos pero no por ello una menor firmeza le sacaba prontamente del local, cogido por el hombro en un abrazo firme que casi recordaba al de un oso, aunque siempre, pero que siempre, después de reclamar por teléfono a un taxi para que recogiera al así expulsado para llevárselo consigo, lejos, a dónde tuviera a bien.
Sí, podrían mencionarse tantas y tantas cosas acerca de Norberto... Pero la que destacaba de largo sobre las demás era que nunca anteponía el beneficio personal y las oportunidades de negocio que se le ofrecían a los derechos conferidos a sus clientes de siempre. Eso quizás explicara mejor que cualquier tratado de economía el que no se hallara montado en el dólar ni que por tanto tuviera el riñón lo que se dice forrado. Qué quieren que les diga, era de otra pasta, de una muy especial y poco extendida. Don Celso no habría podido escoger mejor al sucesor que acabaría por sustituirle al frente del negocio.
A modo de prueba de cuanto les digo me basta recordar una anécdota. Trata sobre la ocasión en la que se personaron en el local un grupo de unos siete u ocho hombres, a cual más trajeado, prestando escolta a una mujer muy menuda, enfundada en unos vaqueros y una camiseta de Carolina Herrera, que portaba unas negras gafas de sol de Chanel, dos tallas más grandes de lo que sería prudente para preservar la propia estética, siempre y cuando uno no se dedicara a la práctica de la soldadura autógena. Mientras que uno de los miembros de la comitiva se acercaba a donde se hallaba Norberto los demás se quedaron un poco rezagados, examinando con mucho interés la disposición de los objetos en el interior del local.
La tarde hasta ese momento se había venido desarrollando en un clima de morosidad y calma; por los altavoces del equipo estereofónico emanaban sutiles los sones de Stephane Grappelli y “DjangoReinhardt con su grupo, el Quinteto del Hot Club de Francia. Naturalmente tras la irrupción del grupo, alborotando el ambiente con sus voces y sus movimientos incesantes, propios de un enjambre de abejas dentro de una colmena, a ese clima no le quedó otra posibilidad que hacer humildemente mutis por el fondo.
Antes de atender al desconocido a Norberto le llamó la atención la actitud desenvuelta con la que se manejaba la recién llegada entre los miembros de su séquito: no bien se hubo despojado de las descomunales gafas de sol juntó sus dos manos ante los ojos ahora descubiertos, escrutando con suma atención a través del recuadro así conformado el retrato de don Damián-Ricardo III, las paredes empaneladas en madera y las mesas y sillas que databan de la época en que Gino, su primer dueño, había abierto el establecimiento al regreso del frente
Al tiempo, ajeno a las evoluciones de sus compañeros, el desconocido entabló conversación con el barman.

-Buenos días, yo buscaba al propietario.

Su voz se mostraba muy educada y el tono con el que había pronunciado su petición indicaba a las claras que procedía de Madrid. “¿Qué querría aquella gente?”, se preguntó el barman.

-Soy yo.
-¡Ah!, entiendo. Verá usted, mi nombre es Julio Serratosa y pertenezco a la cúpula directiva de la productora Cinefilia Zapico-Blaine y Asociados. Quizás acaso haya oído hablar usted de nosotros.

Y extendió una cartulina a modo de tarjeta de visita, elaborada en un papel verjurado de alto gramaje, color blanco roto.
Norberto en su vida había oído hablar de semejante productora y su silencio lo probó. No obstante recogió la tarjeta que le tendían aunque sin prestarle demasiada atención.

-Bueno, no importa -dijo el extraño, su sonrisa no ocultaba su contrariedad-. Lo cierto es que hemos venido hasta aquí porque nos encontramos muy interesados en su local.
-No está en venta.
-¡Oh, no! Usted no me ha comprendido -dijo Julio Serratosa al tiempo que con la mano derecha se desabrochaba la chaqueta de su traje de dos mil euros, dejando ver el pisacorbatas de oro, acción con la que consiguió su propósito de que la luz procedente de los halógenos arrancara brillos al metal precioso-. Nosotros no tenemos intención de comprárselo, tan sólo queremos alquilárselo.
-Tampoco está en alquiler.
-Perdone -un tanto contrariado por la hosquedad del barman-, esto, ¿usted se llama?
-Norberto.

Quien le conociera sabía que su laconismo tenía su razón de ser. No le gustaba aquel individuo, no le gustaban sus amigos y, ¿podía saberse a qué diablos se dedicaba aquella mujer, husmeando por todos los rincones a través del hueco de sus manos? Naturalmente sólo sus ojos exteriorizaron una pequeña parte de estos pensamientos, por lo demás su rostro permanecía absolutamente pétreo.

-Bien, Norberto. No voy a irme por las ramas. Lo que he pretendido explicarle es que nos hayamos muy interesados en alquilar su local. Nos gustaría gozar de su colaboración para poder rodar algunas escenas de nuestra película en su interior. Ya nos hemos pasado buena parte de la tarde localizando exteriores y este establecimiento en concreto -hizo un gesto amplio con el brazo extendido para abarcarlo- nos ha provocado una reacción, cómo describírsela, casi mística. Eso es, una experiencia puramente mística.

Norberto se le quedó mirando de hito en hito. Muchos clientes que paraban por allí habían terminado por sentir esa clase de padecimientos u otros muy similares aunque por lo habitual siempre después de haber bebido en exceso.

-Por eso queríamos alquilárselo durante una semana. Según nuestro estricto plan de rodaje no nos llevaría mucho más tiempo. Por supuesto antes tendríamos que pactar un precio justo a modo de compensación por las molestias que le ocasionaría el cierre, y desde luego -miró a la extraña mujer que ahora se había detenido de nuevo ante el cuadro de Don Damián, en su pose teatral caracterizado como Ricardo III- antes habría que contar con el visto bueno de ella.
-¿Y quién es ella, si no es mucha molestia?

Si Julio Serratosa se había mostrado contrariado al comprobar que Norberto nunca había oído pronunciar el nombre de su productora ahora casi estuvo a punto de sufrir una experiencia muy diferente al éxtasis místico, mucho más próxima en verdad al más clamoroso de los estupores.

-Pero, Norberto, ¿acaso no sabe usted quién es ella? De verdad que no puedo concebir que no la haya reconocido. Se trata de la genial -recalcó el adjetivo marcando notoriamente la última sílaba- Sophie Blystone, la afamada directora de cine norteamericana. Hace un escaso par de años estuvo nominada a los oscar por su película intimista con ribetes de extroversión “Coffee in Upper East Side
[1]. Usted sin duda tiene que haberla visto en el cine. Si hasta en Cahiers du Cinema le dedicaron un amplio reportaje.
-Pues no. Voy poco al cine. Mi trabajo me ocupa mucho tiempo…
-Ya, comprendo.

Respuesta que en su laconismo encierra la prueba de que entre ciertos productores cinematográficos y los psiquiatras existen muchas más coincidencias de las que los miembros de ambos gremios profesionales se atreverían a confesar.
En esas uno de los miembros de la comitiva que previamente había estado departiendo con la directora de cine, un hombre de baja estatura y cara de ardilla, se acercó a Julio.

-Está encantada, macho. Le chifla el local, si hasta quiere comprar ese cuadro de la pared, el del viejo disfrazado con esas pintas tan estrafalarias, para colgarlo en su dúplex de Park Avenue, junto al retrato fotográfico que le hizo Annie Leibovitz.

Como corroborando esta afirmación los tres oyeron con suma claridad como Sophie Blystone, en medio de lo que sin que pudieran albergarse dudas al respecto pasaba por ser una genuina experiencia ultraterrenal, digna de una Santa Teresa transida por la magnificencia de la visión divina, pronunciaba en un tono bastante elevado las siguientes palabras: “beautiful, beautiful, beautiful, it´s fantastic!”.

-¿Qué le había comentado a usted? -dijo Julio Serratosa al percibir su goce-. Le apasiona este sitio, y además le pagaremos en euros, no en dólares, ya me encargo yo de eso, déjelo de mi cuenta, usted no tiene ni que preocuparse por nada. Calculo que podremos llegar hasta los catorce mil, en efectivo por supuesto. Aunque tendrá que firmarnos un recibí porque los chicos de contabilidad, ya sabe cómo son esos tipos, son muy suyos a la hora de justificar gastos. Es muchísimo más de lo que le reportaría el poner cervezas y cafés durante esa semanita, y sin tener para ello que dar golpe siquiera. Y bien, ¿qué me dice usted? ¿Podemos empezar a hacer negocios, Norberto?

Lo de que hubieran elogiado el establecimiento no le desagradó, al contrario, le llenó de sincero orgullo. Ahora bien, lo de que aquel fulano con cara de roedor hubiera calificado a don Damián de viejo disfrazado, y que encima a él el tal Julio Serra lo que sea le hubiera considerado poco menos que como un muerto de hambre al que podría comprar por medio de su maldito dinero colmó el vaso de la poca paciencia que le restaba. La gota que lo hizo rebosar fue la sonrisa de falsedad que se le había quedado al directivo al considerar que aquella cifra tan fabulosa iba a terminar por convencerle.

-No hay trato.

Si en ese momento hubieran tratado de sacarle algo de sangre al productor, en el supuesto de que la tuviera, desde luego que deberían haberle pinchado más que a un faquir. Más pálido que un folio de papel sólo alcanzó a tartamudear a modo de réplica:

-Pe... pe... pero, ¿por qué? Si es una cuestión de dinero creo que podríamos ofrecerle un poco más aunque, como imagino que ya se habrá hecho cargo, nuestro presupuesto se haya muy ajustado, los del departamento financiero se subirían por las paredes si nos pasamos y...
-No es por el dinero.
-Entonces créame que no le comprendo, Norberto.
-Es que verá usted, ocurre que se da el caso de que mi religión me prohibe mantener relaciones de cualquier clase con el mundo del cine.

Julio Serratosa no era un estúpido, por algo había llegado a la cumbre de la productora, podía comprender fácilmente cuándo alguien le estaba tomando el pelo y desde luego también cuándo una negociación se le había escapado de las manos y no quedaba otra que darla por concluida cuanto antes. Por eso mismo dibujó una vez más la sonrisa en su rostro y le tendió la mano derecha a modo de despedida, nada más que como un gesto mecánico sin una mayor trascendencia formal.

-Ha sido un placer charlar con usted, Norberto. No se inquiete, ya no le molestaremos más.

El compañero que se había acercado a ellos para comunicarles la emoción extraordinaria en la que se había visto sumida la directora cinematográfica aún se atrevió a formularle una pregunta a Julio. Se olía a distancia que no era más que un asistente novato.

-Pero, ¿entonces...?

Algunas miradas taladran y otras pueden incluso conducir a la más horrible de las muertes a su receptor. Pues bien, la que le lanzó Julio Serratosa al asistente era de esas que fulminan al simple contacto. A continuación ambos se alejaron de la barra hacia la directora, para comunicarle la negativa categórica del propietario.
Como si alguien hubiera arrojado una piedra de carbón candente en un balde de agua no tardó en producirse un cónclave burbujeante y agitado durante el cual palabras anglosajonas como “son of bitch”, “fuck off”, “shit” y otras similares con sólo cuatro letras sustituyeron a los previos “beautiful” y “fantastic” y la comitiva abandonó el local sin molestarse siquiera en saludar a Norberto, tal y como por otro lado ya habían hecho al hacer su entrada.
Aunque debo añadir que Sophie Blystone, antes de encajarse sobre su rostro las desproporcionadas gafas de soldar sí que se permitió arrojar unos rayos centelleantes en dirección al barman, y no precisamente de sol, a través de las ranuras en las que se habían convertido sus ojos entrecerrados.


Y ya no tengo nada más que añadir, es todo cuanto quería decirles sobre el bueno de Norberto.



[1]Se trata de un barrio elitista situado en la mitad este de la isla de Manhattan, junto a Central Park. Acoge a los neoyorquinos más adinerados. Allí se enclavan calles míticas tales como la Quinta Avenida y Park Avenue (antiguamente conocida como la Cuarta Avenida).

martes, 26 de mayo de 2009

EL CHISTE DE "TO BE OR NOT TO BE": UN MISTERIO A LA MEDIDA DEL SEÑOR POND



¿ El coronel "Campo de Concentración" Ehrhardt a punto de soltar el chiste...?
¡¡¡Schuuuuuuuultz!!!



Hace escasos días nos encontrábamos el señor Pond y un servidor, sentados a una mesa, ante sendos cafés con leche, cuando el primero empezó a hablar acerca del artículo dedicado a Felix Bressart. Al poco rato ya ambos estábamos muy ocupados, recitando de memoria algunos de los memorables diálogos que perlan la película. Y entonces, entonces surgió el famoso chiste…


A un brandy le han puesto el nombre de Napoleón, a un arenque el de Bismarck y a un queso el de Hitler[=they named a brandy after Napoleon, they made a herring out of Bismarck, and the Fuhrer is going to end up as a piece of cheese!"].


No pasó ni un minuto desde que el señor Pond hubiera pronunciado esta frase cuando surgió la inevitable pregunta: ¿y cuál es la naturaleza exacta del chiste? Sin embargo ninguno de los dos poseíamos una respuesta válida. No era la primera vez que surgía esta duda. Ya durante el transcurso de otras conversaciones mantenidas con amigos y colegas nos habíamos planteado la misma duda.
Se pueden decir muchas cosas acerca del señor Pond, las más verdaderas, y una de ellas es que no suele conformarse con un encogimiento de hombros. Sin siquiera terminarse el café salió raudo del cafetín en dirección a su casa, donde guarda un archivo que haría las delicias de Guillermo de Baskerville.
Empezaron a transcurrir los minutos, las horas, y el bueno del investigador seguía sin aparecer, por lo que a la vista de que su ausencia parecía ser casi definitiva tomé la decisión de dar buena cuenta de lo que quedaba de su café (Sacha se ofende profundamente cuando algún cliente no se bebe todo el contenido de las tazas que sirve).
Al fin apareció, sudoroso, el rostro desencajado, una gran interrogante cubriéndole el rostro. Aferrado en la crispada mano portaba algunos folios garabateados, a pesar de que no desdeña las nuevas tecnologías sigue apreciando el tacto del papel y el rasgueo del bolígrafo sobre las cuartillas. Sin pronunciar palabra me las entregó:

  • Ciertas clases de queso no huelen precisamente bien (lo cual no quita para que su sabor sea delicioso).
  • Se trataría de un juego de palabras propio de los angloparlantes: “piece of cheese” [=trozo de queso] parece sonar muy próximo a “chess piece” [=pieza o figura del ajedrez].

En pocas palabras, que seguíamos como antes, o aún peor, si cabe…


domingo, 24 de mayo de 2009

CAÍDA Y AUGE DE REGINALD PERRIN



Reginald Perrin (Leonard Rossiter, 1926-1984)



Mi experiencia en lo que a caídas se refiere, siempre desde un punto de vista muy personal, se reduce a tres referentes principales:

  • las propias (dolorosas las más, bien solo o en vehículos varios, accionados o no a motor; en ciertos casos hasta el punto de llegar a cortarse la respiración a consecuencia de las mismas, mas gracias a House sin que nunca hubiera que lamentar rotura de huesos);

  • la caída del Imperio Romano durante varias larguísimas semanas en la asignatura de Historia de la Economía de primero de carrera (fórmula que ineludiblemente empleaba el docente para dar inicio a sus clases, atrapado en otra época u otro tiempo);

  • y "Caída y Auge de Reginald Perrin" ("Fall and Rise of Reginald Perrin", no confundir con "Decline and Fall of the Roman Empire" de Edward Gibbon, libro(s) que no he leído pero que me atrevo a considerar como más árido que la serie mencionada.





Una serie ésta de la que siempre guardé un gran recuerdo y que ahora, merced al DVD, puedo disfrutar completita (las tres temporadas), labor a la que me he puesto de inmediato, mas dosificando los capítulos, a modo de medida terapéutica.



Reginald y su "peculiar" cuñado


NOTA ADICIONAL: este artículo está dedicado a la memoria de Leonard Rossiter, fallecido el 5 de octubre de 1984.
Como no quiero repetirme les dejo aquí el enlace a un artículo anterior de este blog, en el que incluí el vídeo de una de las escenas más divertidas e hilarantes que yo recordaba. Durante más de veinte años mantenía perfectamente conservada en mi memoria la enumeración por parte de Reginald y de su cuñado de las fuerzas que asolaban al mundo, amenazas cuya existencia empujaba al primero, un militar, a ocultar un auténtico arsenal bajo el montón de estiercol de su jardín.
Impagable.

ALFILERAZOS FOTOGÉNICOS (IX): FERNANDO REY



¿Quién es el hombre que está a la izquierda de D. Fernando Rey?



"El Quijote de Miguel de Cervantes" (Manuel Gutiérrez Aragón, 1992), serie de TVE



NOTA ADICIONAL: les recomiendo la lectura del artículo publicado por Alberto Q. en su blog Tras las Puertas con esta serie como tema.


MRS. MUIR UNA VEZ MÁS...


Soy consciente de que me repito. Lo admito. Pero es que no he podido resistirme a la vista del vídeo que el señor Pond me ha encontrado por la telaraña mundial: un vídeo-homenaje de Jigsmave a "El Fantasma y la Señora Muir" ("The Ghost and Mrs. Muir", Joseph Leo Mankiewicz, 1947).


-Estoy asustada, confundida, me preocupa el futuro, me sentiré sola sin usted. Porque usted no es real.
-Pero yo soy real. Estoy aquí porque usted quiere creerlo así. Siga creyendo en mí y yo seguiré siendo una realidad.



sábado, 23 de mayo de 2009

EL SEÑOR TEMPLETON DA SEÑALES DE VIDA, POR FIN

Después de varios días en los que nada sabíamos del señor Templeton, nuestro crítico-cítrico, éste ha vuelto a comunicarse con nosotros, y no precisamente recurriendo a memos.





La verdad es que tanto Sacha, el señor Pond como incluso quien esto escribe le echábamos de menos. Por eso hemos acordado, al término de una reunión alrededor de sendos cafés, dar justo cumplimiento a la reclamación así formulada, en la seguridad de que se trata de la mejor manera de que el espíritu contrariado de nuestro seguidor alcance la paz que se le ha arrebatado...



... o no.

EL BLUESMAN QUE HIZO UN PACTO CON EL DIABLO






Cuando Robert Johnson murió a los veintitrés años, allá por el año 1934, según parece tras haber dado buena cuenta de media botella de whisky aliñado con estricnina que alguien le pasó durante una actuación (¿un rival, una amante despechada, un marido celoso?) su leyenda, lejos de disminuir, no paró de crecer. A la gran popularidad como intérprete del blues propio del Delta del Mississippi ayudó mucho la existencia de un mito que corría de boca en boca entre los más viejos del lugar. Una leyenda que concluía que la prodigiosa forma de interpretar su música había que buscarla en la celebración de un pacto previo con el Maligno; una práctica ésta que al parecer se hallaba bastante extendida entre los deseosos de acrecentar su técnica musical. Tal era la única explicación que podían encontrar para comprender cómo, al cabo de una ausencia que se había extendido durante un año completo, el músico había reaparecido convertido en un auténtico virtuoso.


"Para aprender a tocar todo lo que quieras y componer tus propias canciones, tienes que llevar tu guitarra a un cruce de caminos, al lugar donde dos caminos se cortan. Ve allí y asegúrate de estar en el sitio preciso antes de la medianoche; entonces, coge la guitarra y toca algo tuyo. Un hombre grande y negro irá hasta allí, cogerá tu guitarra y tocará para ti, hará sonar tu canción y te devolverá la guitarra. De esta forma aprendí todo lo que necesito para tocar".

Tommy Johnson, músico, coetáneo de Robert, y como él también oriundo del mismo territorio.



¿Leyendas? De siempre se reconoce el aura mágica que envuelve a los cruces de caminos. No por nada durante muchos siglos los ajusticiados eran enterrados, convenientemente desmembrados, a su vera. Los que así actuaban lo hacían en la creencia de que así al espíritu involuntariamente liberado de su prisión carnal, y desde luego no hará falta aclarar que muy indignado por esa forzada libertad, le sería imposible encontrar el camino de vuelta para materializar la ansiada venganza sobre las personas de sus verdugos.



Mas aquí no hablamos de patíbulos ni tampoco de condenas a muerte, aquí hablamos de un bluesman que, si hemos de hacer caso a las leyendas que circulaban por el Delta, había establecido una relación contractual a título muy oneroso: un acuerdo para convertirse en lo que a continuación podemos escuchar…




"Crossroads" - Robert Johnson

lunes, 18 de mayo de 2009

DON MARIO SE DEJÓ LAS LLAVES ACÁ






Contaba y recontaba Eduardo Galeano que en cierta ocasión Mario Benedetti le habló acerca del manojo de llaves que siempre portaba consigo en el bolsillo, mientras se movía por las calles de Buenos Aires. Eran los peores tiempos de la dictadura y alguien tan significado como él no siempre podía confiar en la seguridad brindada por su propio domicilio. Por eso siempre llevaba encima aquel manojo de llaves. No muchas, sólo cinco. Cinco llaves que abrían otras tantas puertas. Cinco puertas que se abrían a cinco casas. Cinco casas de cinco amigos. Cinco amigos que le daban cobijo y refugio. Cinco amigos, cinco casas, cinco puertas, cinco llaves.

Hacía años que Don Mario ya no necesitaba caminar por Buenos Aires o Montevideo portando ese llavero. A partir de hoy, de ahora en adelante, sus cinco amigos, sus cinco llaves, sus cinco refugios, también deberán acostumbrarse a caminar sin la calidez prestada por su presencia.

domingo, 17 de mayo de 2009

DREW STRUZMAN





"Me gusta coleccionar las obras de algunos ilustradores, especialmente de artistas que vivieron entre 1850 y 1950, como por ejemplo N. C. Wyeth, Maxfield Parrish y Norman Rockwell. Creo que son artistas de naturaleza social, en el sentido de que representan o definieron el carácter de una cultura o algún aspecto de la cultura de su tiempo.[...]
Uno de mis ilustradores favoritos es Drew Struzman. Soy un estudioso del arte, y tengo una sensibilidad razonablemente sofisticada en cuanto a las obras que veo, y reconozco el talento en cuanto lo veo".

George Lucas




Ayer mismo, en un deseo de combatir cierto spleen vital que pugnaba por dominarme, tomé la determinación de "asaltar los ECIs" (permítanme el plural para redondear el juego de palabras), mas sin necesidad de piolet, como Ramón Mercader, ni, por supuesto, mediante la ejecución de actos de violencia extrema y, aún más, sin que fuera preciso viajar al otro lado del Atlántico. Como consecuencia soy un poco más pobre (en un sentido meramente crematístico) aunque mi coleccíón de DVDs se ha enriquecido de manera notoria (esta última parte me la repito continuamente en tanto voy acariciando sus cajas, a modo de cura personal contra la disonancia cognitiva inherente al acto).


Dispuesto a llevar el procedimiento hasta las últimas consecuencias, y tal vez influenciado por el arranque de mi artículo sobre la biblioteca de "Seven", no dudé en completar el tratamiento con una visita relajada a la Librería Cervantes. Después de eso, después sólo recuerdo una luz blanca...


Rodeado por los anaqueles en los que reposaban los volúmenes de la sección de cine saltaron a mi regazo tal cantidad de libros que llegué a plantearme un par de deseos: que me tocara la lotería, primero, y, seguidamente, la necesidad de realizar alguna clase de pacto (yo que siento aversión a la vista de la sangre, en especial si la que se derrama es la mía propia) para obtener el tiempo necesario para poder abandonarme a su lectura con plena tranquilidad y en la debida disposición de ánimo. Como fuera que ambos deseos resultan ser, ¡ah!, imposibles, más el primero que el segundo, siendo el primero de los citados si no imposible sí que bastante improbable (no juego nunca a los juegos de la ONLAE...) debí poner en práctica, a modo de higiénica medida, una restricción presupuestaria. Así, el punto en el que la recta intersectó con la curva de mis deseos se materializó en un par de libros. Mas es acerca de uno de ellos del que quiero hablarles ahora mismo (ya habrá tiempo para dedicarles al otro tanto mi atención como mis palabras, y su paciencia, confío).



El libro del que quiero hablarles es "Grandes Carteles de Cine: El Arte de Drew Struzan", Norma Editorial, 2004.



Nada sabía acerca de este ilustrador, pero nada de nada, y sin embargo cuántas veces había disfrutado por medio de la contemplación de su trabajo. Una labor creativa que pueden paladear, al igual que yo mismo, si entran en su página web.


"Cuentos del Mono de Oro", serie de TV (¡ainsss, qué de recuerdos!)






Y, por supuesto, uno de los que más me gustan, quizás por las similitudes con el arte de Alphonse Mucha.




En suma, que no se trata de un gasto, yo hablaría más bien de una inversión... a largo plazo.


sábado, 16 de mayo de 2009

EL BERMELLÓN ALFOMBRADO


Crónica de un crítico al uso, y no precisamente en desuso, rescatado de los archivos privados del señor Pond, aprovechando a modo de excusa la celebración durante estos días de la gran fiesta mediática-cinematográfica-farandulera-navajera del Festival de Cannes, glosada por doquier a través de las crónicas que día sí y día también salpican la sección de espectáculos de los más señeros diarios... editados en papel (clásico que aún sigue siendo uno: un mero emigrante digital que aún no ha logrado despojarse de las nostalgias sentidas por las páginas impresas).




Aviso: lo que sigue sólo es un relato, cualquier parecido con la realidad no es más que una pura "intercontextualización" por parte de esta última, tan bromista ella.

Hablemos del Pájaro Negro


- Pero Charles, la gente va a pensar...
- Lo que yo les ordene que piensen.


Emily Monroe Norton Kane (Ruth Warrick) a su marido Charles Foster Kane (Orson Welles),
Ciudadano Kane” (“Citizen Kane”, Orson Welles, 1941).



Quien esto escribe ha visto mucho cine. No han sido ni cien ni doscientas las películas que habré visionado a todo lo largo de mi dilatada carrera profesional. Unas eran buenas, otras aceptables y un gran número cabría calificarlas como meros emplastos proyectados sobre una pantalla. Con este bagaje a las espaldas me dispuse a ver una más. El lugar, una de las salas de proyección del Palacio de la Croisette en Cannes, muy cerca de la playa; el momento, el Festival Internacional de Cine celebrado recientemente; la película,...
Antes de comenzar a hablar acerca de semejante engendro estomagante creo haber dejado ya clara cuánta es mi experiencia en este medio. Sin embargo aún en ocasiones uno se siente sorprendido por los resultados que a poco que se esfuerce obtiene el ingenio humano, siempre que para ello cuente con la financiación necesaria. Basta con pensar en ejemplos tales como la Solución Final, las clases sobre tortura impartidas en la Escuela de las Américas o el aparcamiento en zona azul.
No deja de ser grata esta sensación, me refiero a la de la sorpresa, pero créanme que por esta vez yo hubiera deseado enfrentarme con algo digamos más común y no desde luego con una película perpetrada con tales formas que provocan que se escape de cualquier clasificación posible, ni tan siquiera se la podría englobar en la ZZZ. Dado su altísimo nivel de ruidos rozando la policacofonía, el denominar banda sonora a lo que escuché significaría obrar con mucha bondad, los cuales me impidieron dormir durante un solo instante del tedioso metraje.
A falta de marco en la que clasificarla, y ante la imposibilidad de echar una cabezadita durante su proyección, me vi en la obligación de contemplar en la semioscuridad aquello con lo que el director tuvo a bien obsequiarnos a los asistentes. No dejé de echar en falta la olvidada servilleta de papel que me entregaron en el McDonald´s (lo de almorzar en el Carlton se encuentra muy por encima de la cuantía de mis dietas). Una verdadera lástima pues a buen seguro que a la luz de los fogonazos procedentes de la pantalla que de vez en vez me salpicaban podría haber retomado mi abandonado curso de “origami”.
El guionista de películas como "La reina de África" y "El Halcón Maltés", ambas dirigidas por John Huston, director de cuya amistad gozaba, Peter Viertel, mantenía una frase convenida con éste cuando llegaba el momento de hablar de cosas serias. Tal frase era “vamos a hablar del pájaro negro
[1]. Se referían a hablar acerca de lo que era necesario hacer, del deber. Pues bien ninguno de los que han participado en la realización de este film parece poseer conocimiento alguno sobre ornitología, y a las pruebas me remito.
Aún no he mencionado su título pero les he proporcionado ya algunas pistas acerca de su calidad. Antes de continuar permítanme un receso, durante su transcurso trataré de resumirles algunas de las conclusiones ya apuntadas.


Metraje.
Como si el realizar un film realista supusiera llenar rollos y rollos de película a tanto el peso el director nos ha deleitado con doscientos treinta y un minutos de momentos sueltos de la vida de unos personajes a los que cabría calificar sin rastro de largueza como un tanto particulares. Sin duda el negativo se lo han malvendido en un saldo a tanto el kilo a juzgar por la liberalidad con la que ha hecho uso de él. Con meramente siete minutos, títulos de crédito iniciales y finales incluidos, hubiera sido más que suficiente.
Basta mencionar la muestra de la pesca de un siluro, algo que, forzando muy mucho el lenguaje cinematográfico (del cual este hombre no cuenta con mayor idea), hasta yo mismo aceptaría que se erigiera en tema central dentro del despliegue del argumento. Pero de ahí a retratar con tamaña exactitud y largura la lucha entablada entre el pez por un lado y el anzuelo por el otro media un mundo. Sin duda en un documental sobre pesca hubiera sido acertada su inclusión, mas en ningún caso dentro de la narración acerca de los desvelos de un ejecutivo de mediana edad por recuperar el tiempo perdido. Por cierto, la escena que les estoy comentando ocupaba diecisiete minutos y treinta y ocho segundos del metraje total. Hagan ustedes mismos el cálculo del porcentaje porque sinceramente a mí no me quedan ni ganas.


Sonido.
Desde hace tiempo se ha introducido en Hollywood la costumbre de desparramar por la banda sonora tal profusión de ruidos que hasta los diálogos se convierten en ininteligibles. Cuando no se trata de música propiamente dicha son efectos sonoros con tal volumen de decibelios que sólo contribuyen a que el corazón salte sobresaltado en cada escena. Lejos se encuentran los tiempos en los que contribuían como un elemento más a la ambientación de lo descrito, e incluso a provocar ciertas emociones complejas en el espectador. Mas no, eso se ha quedado atrás, como bien demuestra con su hacer el encargado del sonido. Con no poco mal gusto ha incluido una serie de efectos que al combinarse con las canciones, de ellas ya me ocuparé más adelante, buscaban provocar un único sentimiento: una repulsa generalizada, materializada en el abandono de la sala por buena parte de los asistentes (no sin que éste crítico les contemplara con envidia).
Les hablaré de la lista de canciones. Pues bien, el ánimo de convertir en comercial la banda sonora ha llevado a trufarla con una larguísima lista de ellas, sin duda con el presumible ánimo de forrarse a través de la venta del doble CD oficial; su número resulta tan elevado que no cabría en uno solo ni comprimiéndolas. Como consecuencia de este afán se ha utilizado a los AC-DC, más en concreto a su brillante "Highway to Hell", para ambientar la escena en la que se nos muestra la muerte agónica y tremebunda del hijo del protagonista (el ya mentado ejecutivo inmerso en una crisis profesional-personal-sentimental) en la habitación de un hospital. No satisfechos con el efecto logrado la han proseguido sin solución de continuidad encadenándola con el adagio de Albinoni mientras en la pantalla la camilla portando al cadáver a modo de catafalco era arrastrada por un pasillo hacia la morgue. Todo ello muy conmovedor al estar complementado con primerísimos primeros planos de los fluorescentes colgados del techo, fogonazos con los que el director seguramente pretendía mostrar el paso al Más Allá. Memorable.


Fotografía.
Los fogonazos de los fluorescentes no fueron lo único, nada de eso; aunque parezca mentira aún hubo más.
Cuenta el anecdotario hollywoodiense que cuando el magnífico director de fotografía Gregg Toland se presentó ante Orson Welles, con la intención de ofrecer sus servicios en el rodaje de "Ciudadano Kane", puso su oscar ganado por "Cumbres Borrascosas" encima de la mesa, le miró y le dirigió una frase que se ha hecho histórica: “Quiero trabajar con alguien que nunca haya hecho una película, ésa es la única manera de aprender algo de alguien que no sabe nada”.
Sin duda el encargado de la fotografía en el presente largometraje no sabía nada de la profesión cuando se inició el rodaje, mas bien no es menos cierto que aprendió enseguida a partir de alguien que poseía muchos menos conocimientos acerca de su oficio. En pocas palabras, que aprovechó el tiempo.
Baste destacar otros ejemplos aparte del ya citado.
Escenas rodadas de noche que parecen haberlo sido en pleno mediodía del mes de julio en Almería. Hasta el propio Truffaut, que tituló una de sus películas con el nombre del efecto, "La noche americana", habrá cambiado de postura en su ataúd.
La jirafa que tan pronto surge por la parte superior del plano como por la inferior, o bien reflejada en un espejo, e incluso en el interior de los armarios.
Transiciones rapidísimas entre planos generales y primerísimos primeros planos con una granulosidad y falta de enfoque de por medio que destrozan retina y cerebro y hacen florecer lucecitas cual vulgar adicto al LSD.
La steadycam convertida en una dolly saltarina entre picados y contrapicados.
El uso inadecuado de los objetivos que convierten planos secuencia en genuinas pruebas oftalmológicas,... Tras las que por otro lado a nadie se le diagnosticaría como completamente sano.
En resumen, que algunas escenas tendrían mejor destino en un congreso de oftalmología y no en un Festival que como éste presume por las películas expuestas, aun cuando ésta, gracias a Wilder, haya sido proyectada en la sección no oficial.


Reparto.
Resultaría sin duda poco considerado dejar a un lado el trabajo del reparto, después de haberme referido anteriormente a director, encargado de fotografía y responsable de sonido, mas no sé qué puedo decir acerca de ellos. Para que se hagan una cabal idea cabría la posibilidad de retratarles como un enjambre de estrellas rutilantes que conforman un firmamento más típico de los títulos de crédito de una película de catástrofes de los setenta, si no fuera porque para desgracia nuestra ninguno se muere y como consecuencia debemos soportar sus interpretaciones de principio a fin. Habría que hablar de un conjunto de sobreactuaciones, muestras desganadas de un talento del que sin duda no carecen pero que no brilla por ninguna parte (a pesar de los infructuosos esfuerzos a cargo del director de fotografía) y otras características menos reseñables en las que la intoxicación alcohólica como causa explicativa no resulta desdeñable. Sólo se salva del desastre generalizado algún que otro extra, y sólo porque consigue destacar mínimamente sobre la mediocre participación de los cabezas de cartel.
No cabe achacar el resultado final en su totalidad a este memorable reparto, a excepción de esos extras, ya que sin duda la culpa recae sobre el último encargado de poner algo de orden en este desbarajuste fílmico. Esa persona es el director.


Dirección.
A este hombre no se le aprecian cualidades que le capaciten para la labor de dirigir actores. Sus indicaciones no resultaron claras en ningún momento, a juzgar por lo visto por este crítico, lógico si se considera que por el ritmo impreso al film se deduce que durante el rodaje parecía estar siguiendo una dieta a base de Tranxilium y anfetaminas. Así unas veces el ritmo de la película es rapidísimo, digno de un guión de I. A. L. Diamond y Billy Wilder, para al poco ralentizarse hasta unos extremos más propios de una película de Bergman. El problema añadido es que pocas veces tal ritmo se ajusta a lo que se cuenta, por lo que escenas con gran carga sentimental, y por otro lado claves para el desarrollo argumental, se ven reducidas a pocos segundos durante los que los actores parecen más bien estar homenajeando a los tiempos de las screwball comedies, "Luna Nueva" o "La Fiera de mi Niña" por mencionar dos ejemplos (matizo que ninguno le llega ni a la suela de los tacones ni a Rosalind Russell o a Katherine Hepburn y ni muchísimo menos a Cary Grant).
En resumen: nefasto.


Guión.
No quiero finalizar mi crítica sin una breve referencia al guionista de este esperpento, tomada esta palabra en su sentido más literal e incluso visceral. Ignoro cuánta culpa posee en la perpetración de esta abominable muestra de mal cine, chusquero y verdulero, mas que no piense ni por un momento que no voy a hacer referencia a su labor.
No hay argumento. Sí, así de claro. Merced a una brillantez de la que se haya exenta el resto de su trabajo ha logrado la deconstrucción de lo que siendo muy generoso se podría calificar como hilo conductor. La profusión de flahbacks, flashforwards, ensoñaciones (otro punto para el de la fotografía, su empleo de nubecitas tenues de humo mal iluminadas para dar entrada a estos pasajes me ha arrancado las únicas carcajadas durante esta tragedia en un único acto que se extiende durante casi cuatro horas de metraje, o suplicio), comentarios en off mezclados con diálogos y demás artificios convierten algo tan simple como es el comprender lo que se nos está narrando en una labor titánica, más bien imposible, lo suficientemente digna como para figurar entre las penas a sufrir en el Tártaro griego.
Sin comentarios.


Desde luego a mí porque me pagaron la entrada, pero desde luego no invito a nadie a contemplar semejante reata de lugares comunes mal filmados, peor interpretados y aún muchísimo peor dirigidos. Tal ha sido la sensación en la que me he sumido que, a riesgo de sufrir las broncas del defensor del lector, me niego a mencionar el título del largometraje. Espero que de esta forma mi violentado espíritu alcance cierta paz interior si como compensación alguno de mis enemigos, tanto pertenecientes a este mundillo de la crítica cinematográfica como ajenos al mismo, acude en un despiste a verla en el cine. Si tal cosa ocurre no duden que este humilde crítico quedará eternamente agradecido al Destino.


Elías “Pluma Acerada” Castillo-Reinoso, crítico de “El Inquisidor”.



Nota adicional: con posterioridad a la entrega de esta crítica adjuntando las notas de gastos me he encontrado con dos consecuencias inesperadas: la primera es que una productora, cuyo nombre por consejo expreso de mi abogado no puedo mencionar, me ha interpuesto una demanda; la segunda es que la explicación que di en el periódico acerca del tono acerado, vitriólico, irónico e incluso sarcástico vertido en ella no convenció en modo alguno al redactor en jefe por lo que temo que esta va a ser la última crítica que podré publicar en “El Inquisidor”.
Al respecto de esta última e inesperada consecuencia quiero aprovechar para comunicar que busco cualquier tipo de trabajo, aunque sea como corrector de pruebas para folletos de supermercados.



[1]Let´s talk about the black bird” era la frase que pronunciaban en "El Halcón Maltés" ("The Maltese Falcon", John Huston, 1941) los criminales cada vez que iban a hablar sobre el delito que iban a cometer.


SÁBADO MUSICAL: WILLIAM SOMERSET EN LA BIBLIOTECA


La sensación que te recorre mientras deambulas a través de la sala de Brueghel y El Bosco del Museo del Prado, entre paraísos, mesas decoradas con los pecados capitales, infiernos y macabras marchas triunfales.


La sensación que te recorre cuando caminas por entre los atestados anaqueles de una biblioteca, sea cual sea, pues se trata de una biblioteca.


La sensación que te recorre al dejar vagar la vista por la vastedad libresca que te sumerge por doquier en una librería de lance.


La sensación que te recorre mientras asistes a un concierto de música clásica, arrellanado en la butaca aterciopelada…


La búsqueda emprendida por el detective William Somerset [Maugham] (Morgan Freeman) en "Seven" ("Seven", David Fincher, 1995) bajo los sones de Johann Sebastian Bach.



Sarah Chang
interpreta con su violín Guarneri del Gesú (1717), acompañada por el piano, el Aria en Sol de la Suite en Re Mayor de J. S. Bach


SÁBADO MUSICAL: "BLUE TRAIN"





John Coltrane


En este sábado decorado con la luz plateada de la lluvia primaveral tomemos un tren, no un tren cualquiera sino el Expresso "Blue Train", gozando con la compañía de John Coltrane, Lee Morgan, Curtis Fuller, Kenny Drew, Paul Chambers y Philly Joe Jones. ¿Qué más se puede pedir? Bueno, cierto, que luzca el sol...



domingo, 10 de mayo de 2009

SECUNDARIOS DE HOLLYWOOD: FELIX BRESSART



Las luces del pasillo permanecen encendidas, a pesar de que la actuación se encuentra a punto de empezar. Resuena el himno alemán, en honor al ilustre invitado, el mismísimo führer, Adolf Hitler. Su presencia explica las grandes medidas de seguridad: una fila de soldados de las S.S. cubren por completo la pared a la que se abren las puertas de los palcos. A su vez, otros miembros de las S.S. junto a soldados de la Wehrmacht rodean la totalidad del perímetro del teatro de Varsovia.

En estas se abre la puerta de uno de los baños e irrumpe en el desierto pasillo, si es que exceptuamos a la guardia pretoriana, un hombrecillo vestido con levita al que rodean de inmediato los soldados. Es el momento que aprovecha otro grupo de militares para salir del baño anexo y unirse al grupo.
El señor Greenberg, el veterano actor judío, el eterno secundario de la compañía de Josef Tura, dispone al fin de la oportunidad de interpretar su primer papel protagonista: el suyo propio.


¿Es que un judío no tiene ojos? ¿Es que un judío no tiene manos, órganos, proporciones, sentidos, afectos, pasiones?¿Es que no está nutrido de los mismos alimentos, herido por las mismas armas, sujeto a las mismas enfermedades, curado por los medios, calentado y enfriado por el mismo verano y por el mismo invierno que un cristiano? ¿Si nos pincháis, acaso no sangramos ? ¿Si nos cosquilleáis, acaso no reímos? ¿Si nos envenenáis, acaso no morimos? Y si nos ultrajáis ¿no nos vengaremos?[1]


¿Quién podrá haber olvidado ese monólogo? La voz de todo un pueblo, en un solo hombre, clamando contra sus opresores, mediante unas palabras escritas y llevadas al escenario hacía ya más de tres siglos...

Esa escena corresponde a la película "Ser o No Ser" ("To Be or Not To Be", Ernst Lubitsch, 1942) y el actor que interpretaba a su vez a otro actor no era otro que el magnífico secundario Felix Bressart.







¿Y qué me dicen de su caracterización de Buljanoff, el otro miembro de la comisión tripartita enviada por el comisario Razinin (Bela Lugosi) a París para recuperar las joyas de la Gran Duquesa Swana (Ina Claire). Buljanoff, Iranoff y Kopalski, tres buenos rusos (la prueba la constituye el hecho de que aún siguen vivos, a pesar de las continuas purgas acerca de las cuales les habla la enviada especial, en la estación de ferocarril a su llegada a París), que, ¡ay!, caen presa de los encantos de la ciudad luz y olvidan, cómo no, el motivo principal de su misión.


Qué decir acerca de la finezza con la que se nos muestra su descubrimiento del decadente lujo occidental, bajo la forma de un suntuoso hall de hotel.




"Ninotchka" (Ernst Lubitsch, 1939)



Cada vez que la veo no puedo dejar de pensar en "los tres rusos" de "Un, Dos, Tres": los camaradas Miskhin, Borodenko y Peripetchikoff.




"Un, Dos, Tres" ("One, Two, Three", Billy Wilder, 1961)


No por nada Wilder coescribió el guión de "Ninotchka" junto a Charles Brackett y Walter Reisch.



Y dejamos a Felix, y también, a qué negarlo, a Lubitsch, para mencionar su participación en esa otra joyita que es "El Bazar de las Sorpresas" ("The Shop around the Corner", Ernst Lubitsch, 1940).


Pirovitch (Felix Bressart) y Alfred Kralik (James Stewart)



Un vídeo con una escena aquí.
Comprobarán cómo también aparece Margaret Sullavan (a quien ya dediqué un artículo anterior), una de mis actrices preferidas, aparte de Gene Tierney, claro está.


Felix Bressart murió prematuramente a causa de una leucemia, en el año 1947, tenía cincuenta y siete años.




[1] Monólogo del judío Shylock, "El Mercader de Venecia" de William Shakespeare, Acto Tercero, Escena Primera.

sábado, 9 de mayo de 2009

SÁBADO MUSICAL: LEE MORGAN




"In a number of respects, Lee Morgan could be considered a quintessential -or even the quintessential- hard bopper."

David H. Rosenthal.



No he podido resistirme a la tentación de incluir esta entrada a modo de sentido homenaje para uno de mis músicos de jazz favoritos: Lee Morgan.

Nacido en Philadelphia un 10 de julio, corría el año 1938, encontraría la muerte al cabo de algo más de tres décadas, el 19 de febrero de 1972, sobre el escenario de un club de Nueva York. Tal final no alcanzó en ningún momento tintes poéticos pues la causa directa de su fallecimiento fue una bala del calibre treinta y dos que le atravesó el corazón en plena actuación. Quien así dio término a su existencia, mediante una forma no poco visceral, no fue ningún asistente descontento sino una amante despechada, logrando por medio de un método tan contundente que un halo de sordidez recubriera los instantes finales de este grandioso artista. C´est la vie (la azul, no la rosa), valga la frase hecha o lugar común. Porque no hay que olvidar que a pesar de que según las palabras del malogrado Oscar Wilde, “el arte imita a la vida”, aquí cabría más bien decir lo contrario, y esto a pesar de que no habrá nadie que encuentre muchos paralelismos entre esta forma de morir y la ideada por Charles Chaplin para el payaso Calvero en "Candilejas" ("Limelight", 1952).

Mientras tanto, rodeado por los sones de Lee Morgan, procedentes del equipo de alta fidelidad, aquí, en mi despacho situado en "El Loro Azul", elevo mi taza de desayuno, colmada de café con leche, a modo de justo homenaje. La hora me ha impedido ejecutar mi gesto con un “dry martini”: mi organismo no se encuentra capacitado para saborear aceitunas a una hora tan temprana.

Va por ti, Lee, sea donde sea el lugar en el que te encuentres, ejercitando una vez más tu arte para un cautivado auditorio.

Salud y "copas de yate".



Lee Morgan - "The Gigolo"

Lee Morgan - "The Sidewinder"








... Parece que el señor Templeton es también un admirador de Lee Morgan.


SÁBADO MUSICAL: "ORLANDO"

Orlando y la princesa Sasha


“Habiendo interrogado al hombre y al pájaro y a los insectos (porque los peces, cuentan los hombres que para oírlos hablar han vivido años su soledad de verdes cavernas, nunca, nunca lo dicen, y tal vez lo saben por eso mismo), habiendo interrogado a todos ellos sin volvernos más sabios, sino más viejos y más fríos- porque ¿no hemos, acaso, implorado el don de aprisionar en un libro algo tan raro y tan extraño, que uno estuviera listo a jurar que era el sentido de la vida?- fuerza es retroceder y decir directamente al lector que espera, todo trémulo, escuchar qué cosa es la vida: ¡ay! no lo sabemos”.

"Orlando", Virginia Woolf




Pavana de la B.S.O. de "Orlando" (Sally Potter, 1992)



"Orlando" (Sally Potter, 1992)


martes, 5 de mayo de 2009

¿EN QUÉ QUEDAMOS? ¿EL CANGURO SE QUEDA?




A S***, que hoy martes es su cumpleaños, porque no pierdas tu sentido del humor.







"Miguel Ángel", sketch de los Monty Phyton




P.D.: la tarta aquí.

domingo, 3 de mayo de 2009

DE BIEN NACIDOS ES SER AGRADECIDOS...





Massive Attack
- "Teardrop"




Muy habitualmente nos encontramos al comienzo de los libros una o más páginas en las que el autor se ocupa de agradecer a aquellos que en alguna medida han colaborado en que el volumen que sostenemos entre las manos haya llegado a buen puerto, o que al menos sea una realidad. Van desde las frases cortas, destinadas a familiares y amigos, hasta las más prolijas enumeraciones. Un ejemplo bien podría ser éste.

Por otro lado al final de los títulos de créditos de las películas nos encontramos con idéntica fórmula. Mas en este caso es preciso que uno espere y espere, sentado en la butaca del cine, mientras todos a sus alrededor huyen en desbandada casi nadando a través de un mar de palomitas. La situación sólo se aligera un tanto cuando se trata de un DVD pues basta con accionar el avance rápido, si es que no nos interesa demasiado el tema sonoro del final.


Pues bien, hoy, domingo, final de la semana, yo también quiero dejar constancia aquí de mi agradecimiento a una serie de personas con las que he compartido este laaaaaaargo fin de semana. Unas eran desconocidos hasta que cruzamos la primera palabra, otras, en cambio, ya eran colegas. Para todos ellos van dedicadas estas palabras.



A M***, T*** y … ?*** (esta memoria mía).

“- No he dormido anoche - me dijo -, estuve leyendo, leyendo...”

Manuel Mujica Lainez, "Los Ídolos"


Una interesante charla en la que entre otros temas tocamos, cómo no, dada la inminencia del Día, el tema del frikismo. La conclusión pareció ser que un friki es alguien que se interesa por recolectar conocimientos acerca de un tema hasta un nivel bastante extremo; hasta el punto de saberlo todo acerca de ese personaje secundario al que muchos ni siquiera le han prestado la mayor importancia (ejemplo: disfrazarse en Carnaval de la Pris de "Blade Runner" como si se tratara de la muñeca que se mantiene estática en la casa de Sebastian; verídico, yo tuve oportunidad de verla así caracterizada este mismo año).




Por supuesto también salieron a colación "The Fraggle"


Cuando yo pensé en mi admiración por "Casablanca" y mis intentos por agregar a mi colección el libro "Round up the Usual Suspects" vía Amazon, un pequeño escalofrío me recorrió la espina dorsal. Menos mal que una de las colegas presentes me tranquilizó con sus palabras: "tú das la impresión de que te interesan muchísimo muchísimas cosas".
Creo, creo que estoy salvado.





A J*** (“el Rey se ha vuelto loco” vs. “el Rey ha recuperado la cordura”).


“Esto es demasiado profundo para mí”.

Epitafio de Clark Gable

La conversación arrancó con una escena digna de "My Fair Lady". Su primera pregunta fue si yo era latinoamericano... por mi forma de hablar. Bueno, no se daba cuenta de quién eran ni el profesor Higgins ni Bernard Shaw mas resultó un conversador diestro y lo bastante ameno como para no tener en cuenta que acababa de contrastar popperianamente, para mal, una de sus hipótesis acerca de los desconocidos con los que se encontraba...



"The Big Fish" (Tim Burton, 2003)




A L*** (“Guantes Blancos”).


"Generoso, qué bueno toca usted".

Uno de los famosos estribillos de Benny Moré, “el Bárbaro del Ritmo”. Estaba dedicado a Generoso “Tojo” Jiménez, el famoso trombonista cubano, amigo suyo y al tiempo miembro de la banda gigante del propio Benny.


Uno de los expedicionarios que hace unos años se arriesgó a poner en práctica la empresa de acudir al Festival de Jazz de Bueño, aunque el artista principal no correspondiera de igual forma pues no pudo abandonar Londres en el último momento, rumbo a España. Pero a pesar de todo ese día nos lo pasamos genial, a pesar del detalle anecdótico de que un cámara instaló su trípode delante de nuestra mesa...
A menudo coincidimos delante de un café y nos intercambiamos temas y música. Esta misma semana me habló de una artista griega, Elefteria Arvanitaki, y lo hizo de tal forma que no tardé en buscar más información acerca de ella.
Sin duda haría buenas migas con R***.



Elefteria Arvanitaki - "Krivomai sto antio"

Curioso, ¿no?




A C*** (“Torrance”).


“El verdadero misterio del mundo es lo visible, no lo invisible”.

Oscar Wilde, "El retrato de Dorian Gray"


Comenzamos por "La Pantera Rosa", pasamos por Stephen King (y Kubrick...) y Peter Straub y derivamos a Chicho. ¿Se puede pedir más? Sí, quiero ver las películas de Chicho (sobre "La Residencia" ya leí en su día en el blog de Sergio Arán).



"¿Quién puede matar a un niño?" (Chicho Ibáñez Serrador, 1976)





Y dejo para el final a D***, a quien deben agradecer el tema que dio inicio a este artículo, sin cuya intervención este dialogador cafeínico-cinéfilo seguiría habitando en el error de que “Massive Attack” es un grupo que bien podría poner banda sonora a las imágenes de la operación “Tormenta del Desierto”.


Personalmente, no acabo de ver dónde reside la dificultad de escoger regalos apropiados. Cualquier muchacho educado de forma adecuada es capaz de apreciar una de esas decorativas licoreras expuestas tan reverentemente en el escaparate de Morel; y no importa en absoluto recibirlas por duplicado. Y así siempre quedará ese momento supremo de atroz incertidumbre antes de saber si es crema de menta o Chartreuse, como la emoción expectante al ver la mano que muestra tu pareja en el bridge. Se dirá lo que se quiera del declive del cristianismo; el sistema religioso que ha producido el Chartreuse verde no puede morir nunca".

H. H. Munro (Saki), “Reginald sobre los regalos de Navidad


¡¡¡Riiiiiiiiiiiiiing!!!

PINGARATAS (II): EL HALCÓN Y LA FLECHA





"`¿Qué lugar cree que tendrá usted en la Historia del Cine?´ Ninguno. No hay nada más evanescente que una imagen en celuloide".








-Las personas te lían en cosas, las cosas te crean problemas, los problemas te lían con personas... y todo vuelve a empezar.

Rudi (Gordon Gebert), el hijo de Dardo (Burt Lancaster).






-Crees que todas las mujeres están enamoradas de ti y en cambio te cuesta creer que ésta lo esté.

Nona Bartoli (Aline MacMahon) a Dardo (Burt Lancaster).



Burt Lancaster y Nick Cravat

- ...

Piccolo (Nick Cravat), durante la práctica totalidad del largometraje.





-¿Permitiremos que traten así a unos colegas?

-No.

Apollo, el trovador (Norman Lloyd), y Arturo of Milán (Leon Belasco), el jefe de la compañía de cómicos de la legua.






-Ahora estamos a oscuras, donde una espada no es más que un cuchillo largo. Y los montañeses sabemos mucho de cuchillos".


Dardo (Burt Lancaster) a Ulrich de Hesse (Frank Allenby).






"El Halcón y la Flecha" ("The Flame and the Arrow", Jacques Tourneur, 1950)


Interpretada por: Burt Lancaster, Virginia Mayo, Robert Douglas, Frank Allenby, Nick Cravat, Lynn Bagget, Aline MacMahon,...