Un espacio destinado a charlar acerca del cine, saboreando una taza de café (puede que más), sentados en torno a una mesa. Por el simple gusto de hablar por hablar acerca de una pasión compartida por una reducida infinidad, así nomás como son estas cosas.

Bienvenidos a mi hogar. Entren libremente. Pasen sin temor. ¡Y dejen en él un poco de la felicidad que traen consigo!

jueves, 30 de abril de 2009

HUMOR RADIOFÓNICO


Los que comparecen habitualmente por este cafelito cinéfilo ya saben que uno de los invitados habituales no es otro que Orson Welles, de suerte que si a continuación incluyo un vídeo que me acaba de entregar el señor Pond, auguro que no se sorprenderán por encontrarse con que nuevamente él vuelve a ser el protagonista absoluto.







"La crisis de hoy es el chiste de mañana".

Orson Welles

ALFILERAZOS FOTOGÉNICOS (VIII): JOAN MADOU

Ingrid Bergman

-Mire, si piensa en bañarse no se lo recomiendo. El agua está muy fría.

-No era esa mi intención.

-Espero no haberle dado una idea. Venga. Conozco un café aquí cerca. Una copa le vendrá bien. Vamos. El puente seguirá aquí.


El doctor Ravic (Charles Boyer) y Joan Madou (Ingrid Bergman), antes de guarecerse de la húmeda noche parisiense en un cafetín regentado por un camarero tatuado.

"Arco de Triunfo" ("Arch of Triumph", Lewis Milestone, 1948).



miércoles, 29 de abril de 2009

CAMINANDO A TRAVÉS DE LAS GOTAS DE LLUVIA






"Carros de Fuego" ("Chariots of Fire", Hugh Hudson, 1981) y "La Misión" ("The Mission", Roland Joffe, 1986)


No encuentro mejor forma para definir mi estado de ánimo actual: Vangelis y Morricone.
Y ahora que el trabajo vuelve a la normalidad seguiremos compartiendo cafelitos..., o incluso una cervecita bien fría...

lunes, 27 de abril de 2009

LLÁMEME AL 555...





Entre los muchos gags que jalonan la obra teatral, y la posterior película, titulada "Play it Again, Sam" ("Sueños de un Seductor") uno de mis preferidos es el orquestado alrededor de la figura de Dick, el amigo del protagonista, un neurótico cuya obsesión más destacada consiste en permanecer continuamente conectado vía telefónica a su oficina. En un tiempo en el que no existían los teléfonos móviles resulta muy hilarante su costumbre de ir detallando sus pasos futuros por medio de la prolija enumeración de aquellos teléfonos en los que se le podrá localizar.

Inconvenientes inherentes a la labor de los ejecutivos cargados de obligaciones...


"Estaré en el 362-9296 un rato; después estaré en el 648-0024 durante quince minutos; después estaré en el 752-0420; y después estaré en casa, en el 621-4598. De acuerdo, George, adiós".




"Sueños de un Seductor" ("Play it Again, Sam", Herbert Ross, 1972)


Lo que ya resulta más que curioso es que Woody Allen, autor del texto teatral, no respetara la conocida convención según la cual los números ficticios que aparecen en las series televisivas, así como en las películas, deben comenzar siempre por los mismos dígitos: 555. Tras una búsqueda por la red de redes me he podido enterar que tan curiosa costumbre data de los años cuarenta, aunque sería durante la década de los setenta cuando las compañías telefónicas la oficializaran en cierta medida.
Y ahora viene lo mejor. Al parecer alguien que disponía de muchísimo tiempo libre se ocupó de recopilar con una paciencia digna de un Job, y numerito a numerito, aquellos que en algún momento aparecieron tanto en uno como en otro medio. A pesar de que esta información ya hace mucho que circula por ahí fuera no me he podido resistir a incluirla aquí.

Y pensar que existen neoyorkinos, habitantes de la "Gran Manzana", capaces de pegarse por conseguir el prefijo por antonomasia de Manhattan..., el harto famoso 212, para el que desde hace ya un tiempo no existen líneas disponibles.


Por cierto, se me olvidaba, como el señor Templeton sabe muy bien, el número de teléfono de "El Loro Azul" es el 555-1285.


domingo, 26 de abril de 2009

DE STEVENSON A SCORSESE Y LIBROS, MUCHOS LIBROS


Si ascendiéramos a lo alto del Monte Vaea, desde donde se contemplan la inmensidad del océano índico que rodea la isla de Upolu y los edificios de la capital, Apia, descubriremos una tumba. Se trata de la última morada de Tusitala, “el contador de historias”, nombre por el que los nativos de Samoa conocían a Robert Louis Balfour Stevenson, el escritor escocés.


Acaso deseó concluir sus días a imagen de su recordado personaje, el pirata John Silver "el Largo", junto a su inseparable loro (pariente lejano del nuestro, y como él no menos difunto).



"Marooned" de Howard Pyle



Años después de la muerte del escocés, un joven escritor, este francés, Marcel Schwob, gran admirador suyo, y que había tenido ocasión de conocerle en vida, se propuso un buen día visitar su tumba samoana. Dados los medios existentes en la época el viaje se prolongó durante varios meses, tiempo más que suficiente como para que su pasión inicial fuera enfriándose hata transformarse en honda desesperación.


Una buena prueba de sus penurias nos la legó en su libro "Viaje a Samoa", compuesto por cartas escritas a su mujer durante la accidentada travesía, en el que describe las inclemencias y riesgos a los que debió hacer frente.

El viaje fue tan terrible que a su llegada, muy enfermo, ni tan siquiera cumplió el deseo que lo había motivado: visitar la tumba. Su hastío era tal que terminaría por escribir las siguientes palabras:

"Todas las historias sobre la belleza de Samoa son mentira".



Marcel Schwob


La muerte de Schwob, a una temprana edad, sólo contaba treinta y siete años, le impidió legarnos un corpus novelístico amplio y nutrido. Sólo un pequeño ramillete de libros entre los que destacan "Especilegio", "La Cruzada de los Niños" (narración de una poco conocida historia de la época de las Cruzadas) y "Vidas Imaginarias". Precisamente en este último es en el que deseo detenerme.


El libro se compone de veintidós biografías noveladas de personajes históricos, redactadas con el temple y el barniz culto de alguien cuya erudición estaba fuera de toda duda. A título meramente anecdótico cabría citar que hubo una biografía que no se publicó en su día, precisamente porque su protagonista no era humano: "Morphiel, demiurgo" (el texto fue publicado en el número 9, mayo-junio de 1997, de la revista literaria Clarín).


Jorge Luis Borges, el bibliotecario ciego de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, aka bibliotecario de la abadía en "El Nombre de la Rosa" de Umberto Eco, era a su vez un gran admirador de la obra de Schwob, y "Vidas Imaginarias" uno de sus títulos predilectos. En el prólogo que escribió para ella en "Biblioteca Personal. Prólogos", se refiere a ese volumen con estas palabras:

Sus Vidas Imaginarias datan de 1896. Para su escritura inventó un método curioso. Los protagonistas son reales; los hechos pueden ser fabulosos y no pocas veces fantásticos. El sabor peculiar de este volumen está en este vaivén”.



Jorge Luis Borges


Qué mayor prueba de la admiración sentida podríamos encontrar que la redacción de un volumen siguiendo la idea planteada por Schwob. El resultado recibió el título de "Historia Universal de la Infamia".

"Hacia 1935 escribí un libro candoroso que se llamaba Historia Universal de la Infamia. Una de sus muchas fuentes, no señalada aún por la crítica fue este libro de Schwob" (Íbidem).


Sin embargo el espíritu juguetón de Borges le llevó a ir un paso más allá, pues como bien indica el título, los protagonistas de sus fábulas no son más que gentes de conducta reprobable y cuanto menos, y valga la redundancia, infame.

"Son el irresponsable juego de un tímido que no se animó a escribir cuentos y que se distrajo en falsear y tergiversar (sin justificación estética alguna vez) ajenas historias”. Prólogo de J. L. Borges a la edición de 1954 de “Historia Universal de la Infamia”.


Entre los ilustres biografiados (entendiendo que el uso de este adjetivo se haya cargado de no poca ironía) me gustaría destacar al angelito Monk Eastman, proveedor de iniquidades. Un individuo con un sentido moral un tanto peculiar, pues procuraba un trato amable y servicial a los animales que tenía a su cargo, no haciéndolo extensivo a los de su especie. Su nombre despertaba terror en el Nueva York de finales del siglo XIX y principios del XX, una ciudad en la que no todos sus habitantes vivían de acuerdo a las reglas presentadas por Edith Wharton.
Su territorio se extendía por el barrio de Five Points, al sur de Manhattan, donde convivían mal que bien, más mal que bien, irlandeses, italianos y judíos. Allí trabajaba poniendo orden en los bailes y tabernas por el expeditivo método de abrirle la cabeza a cualquier cliente díscolo por medio del uso de su maza, en cuyo mango practicaba cada vez una muesca a modo de recordatorio (y advertencia).
Su carácter inestable le llevaría, según cuentan, a romperle la crisma a un tranquilo bebedor de cerveza que lucía una irresistible calva. La explicación que proporcionó, por propia intención, pues nadie osaría pedírsela, fue que le faltaba una muesca para la cincuentena.
Borges se detiene con sumo detalle en narrarnos su enfrentamiento con un competidor, Paul Kelly "el italiano", quien había adoptado ese nombre para esconder su origen real, pues el suyo verdadero era Paolo Vaccarelli. La lucha entre ambos no tardó en iniciarse, llegando a desencadenarse un enfrentamiento a tiros de Colt por las calles de Nueva York. Para hacerse una idea de la intensidad de los combates bastará con mencionar que por aquella época Monk capitaneaba unas huestes de unos mil doscientos gangsters.

Finalmente sería detenido y encarcelado en el penal de Sing-Sing, lo que provocó el inmediato desmoronamiento de su banda. A la salida del presidio en 1914 no tuvo más remedio que dedicar sus excelentes dotes a otros menesteres en los que serían más apreciados: se alistó en el Ejército para combatir en la Primera Guerra Mundial.
Al regreso de la conflagración bélica la proclamación de la "Ley Volstead" (la conocida "Ley Seca") le dio la idea de retornar a sus pasadas actividades. Sin embargo los tiempos habían cambiado y sus métodos, demasiado rudos, ya formaban parte del pasado. Por otro lado el negocio se encontraba ahora en manos de sus antiguos rivales italianos, lo cual no auguraba un futuro halagüeño para el ejercicio de sus actividades.
Monk se percataría de que las cosas pintaban mal para él demasiado tarde, un 26 de diciembre de 1920, cuando un agente de policía, a sueldo de los italianos, le descerrajó cinco tiros a las puertas del café "El Pájaro Azul" (sic).

Esta es la historia. Y así, aunque de forma más literaria, la cuenta Borges.




En el año 2002 Martin Scorsese dirigió una película, "Gangs de Nueva York", en la que se recreaban las actividades de las bandas de gangsters durante el Nueva York decimonónico. A pesar de encontrarse plagada de inexactitudes cosechó un gran éxito.
Entre ellas, y al hilo de lo anteriormente escrito, cabe citar que el protagonista, Bill "el carnicero" Cutting, mata a Monk para hacerse con el control de Five Points ... pero lo hace en plena Guerra Civil norteamericana.




"Gangs de Nueva York" ("Gangs of New York", Martin Scorsese, 2002)

SÁBADO (DOMINGO) MUSICAL: GUSTAV HOLST



"De aquí saldremos a hombros o sobre hombros".

Frasecita que probablemente cualquier contable suscribiría enfrentado a la casuística de los cierres contables, pero que se cuidaría muy mucho de pronunciar en voz alta.





"Los Planetas", opus 32, "Marte", de Gustav Holst


¡Riiiiiiiiiiiiiing!
-No te molestes, Sacha, seguro que será nuestro estimado amigo, el señor Templeton.

EL DÍA DEL LIBRO, CON UN LIGERO RETRASO


Lévon Minassian




A L*** G***, una vez más.





Al llamamiento del Emperador que le había sido comunicado en su aposento por el mismísimo chambelán en persona Apolonio acudió presto, a pesar de que la madrugada ya se encontraba bien entrada, no sin antes recoger un cofre elaborado en marfil ricamente labrado que permanecía depositado sobre una mesa. En muy pocas ocasiones se ocupaba el alto funcionario de tal clase de cometidos, lo cual revelaba que el llamamiento revestía una sobresaliente urgencia.


Por todo el pueblo era sabido que habitualmente el Emperador Justiniano solía mostrarse afable y generoso, mas nada impedía que ante la presencia de una súbita contrariedad mudara al punto su estado, presa de la más temible de las cóleras, o lo que aún resultaba peor, que mostrara una crueldad sutil no por ello menos terrible.


Apolonio, precedido por el adusto chambelán, penetró en la sala del trono, tenuemente iluminada por la luz que emanaba de algunas lámparas de bronce, aunque sí lo suficiente como para permitirle contemplar una vez más la magnificencia de los materiales y objetos que la decoraban. Rodeado por la presencia de vasijas, esculturas y magníficos materiales tales como terciopelo, oro y ámbar del Báltico, el Emperador gobernaba con puño de hierro sobre los territorios que formaban el Imperio Bizantino, el heredero del glorioso pasado de Roma; mas se mostraban incapaces de esconder su ambicioso deseo de extender su poder, algún día no muy lejano, hasta los límites que ocupara el Imperio Romano en vida del emperador Teodosio.


Al fondo de la gran sala aguardaba el gran Justiniano, su menudo cuerpo recubierto con una toga de un blanco de gran pureza, tejida en rica seda, en la que destacaban dibujos geométricos cosidos en hilo de color púrpura y oro; sobre la cabeza la corona de oro que probaba su altísima condición.


Dada la gran capacidad de trabajo desplegada por el soberano no había de extrañar que hubiera convocado a Apolonio a una hora tan tardía. Sin embargo éste se encontraba plenamente preparado para atender su petición, puesto que en su interior adivinaba la causa por la cual se requería su presencia a unas horas tan intempestivas.


Sin tan siquiera aguardar a que el Emperador se lo ordenara depositó a sus pies, sobre el suelo de mosaico, el cofre de marfil que portaba bajo el brazo. Ese gesto no pasó desapercibido para el Emperador, quien manteniendo intacto su profundo silencio y sin conceder un mayor interés a la perspicacia de Apolonio, por medio de un seco movimiento de su brazo derecho urgió al chambelán que se lo aproximara.


Una vez cumplido el encargo de su señor el chambelán se hizo a un lado, para terminar de pie, a medio camino entre Justiniano y Apolonio. Curiosamente sólo el segundo se encontraba pendiente de los ademanes del otro puesto que la atención toda del Emperador estaba concentrada en la labor de extraer del cofre su contenido. Y cómo refulgió en medio de centelleantes brillos dorados en cuanto los primeros rayos de luz procedentes de las lámparas acariciaron su superficie.


Entre sus manos Justiniano sostenía un códice, el códice que había encargado al calígrafo Apolonio, uno de los mejores entre aquellos que confeccionaban los códices purpúreos en el Taller Imperial, con la intención de regalárselo a su amada esposa Teodosia, la actriz, o meretriz, que unos años antes había conquistado por medio de sus encantos los favores imperiales primero y ganado el título de esposa del emperador después. El mismo códice para cuya confección no había dudado en prestarle un alojamiento en el Gran Palacio en tanto se prolongara su delicada manufactura.


Sólo unas horas antes se había engastado una última cornalina sobre su cubierta superior, en la que destacaban el fulgor dorado del oro, pues esa no sólo era la más intensa de las manifestaciones de la luz sino también la representante de la Gloria Celestial; y el intenso púrpura, el color cuyo uso quedaba restringido de forma exclusiva para la familia imperial.


A pesar de que las trémulas manos imperiales parecían negarse en sus torpes forcejeos a acatar sus deseos, Justiniano logró por fin abrir los dos broches que cerraban el códice y empezó a pasar con ligereza las hojas elaboradas con costosísima vitela. Mas cuantas más hojas pasaba y dejaba atrás más adusto era el rictus que se iba formando en su rostro. Cada una de ellas sólo estaba compuesta por una columna de texto escrito con negra tinta que, ocupando la mitad interior de cada una de ellas, se extendía casi desde el encabezado hasta unos escasos centímetros del pie.


A aquello sólo cabría considerarlo como una auténtica afrenta, máxime por estar recubierta por la púrpura del Emperador.


-¡Palabras, palabras, palabras,…! ¡Apolonio…! ¡No está iluminado!


Ante las palabras pronunciadas por el Emperador de inmediato el chambelán se dispuso a abalanzarse sobre el calígrafo, con intención de recibir después las instrucciones precisas acerca del tipo de tortura al que debería ser sometido como castigo para su insolencia, en las más lóbregas profundidades de las mazmorras del Gran Palacio.
Pero una orden tajante de Justiniano detuvo a medio camino la determinación del funcionario. Mientras, Apolonio, que desde que había ofrecido al Emperador el encargo ya concluso no había abandonado ni por un momento su posición humilde, a la par que rígida, sonreía con una ligera mueca, no menos enigmática a la vista de cuál iba a ser su horrible destino.


No era para menos pues, al calor insuflado por las manos de Justiniano, principiaron a aflorar poco a poco, en los antes vacíos espacios, a la misma vera de las columnas en latín, los dibujos de la mayor belleza y dotados de los colores más vivos que nunca a ningún creyente le hubiera sido dado contemplar en vida.


… El Códice de Apolonio.

"Púrpura y Oro" (extraido del volumen "El Señor de las Palabras").





-El señor Templeton, ¿supongo?


-Vaya, me ha reconocido...

-Sí. Algo me decía que iba usted a llamarme. Ya sé lo que me va a decir: en este artículo no encuentra ni una sola mención al mundo del cine, ¿verdad?

-¡Exacto!

-... Y obviamente desea que subsane esta... incidencia... lo antes posible. ¿No es así?

-Pues... sí.

-Bien. Sea.



"-Ese es el origen de mi gran descubrimiento. Pero se equivoca usted al decir que no podemos movernos de aquí para allá en el Tiempo. Por ejemplo, si recuerdo muy vivamente un incidente, retrocedo al momento en que ocurrió: me convierto en un distraído, como usted dice. Salto hacia atrás durante un momento. Naturalmente, no tenemos medios para permanecer atrás durante un período cualquierade Tiempo, como tampoco un salvaje o un animal pueden sostenerse en el aire seis pies por encima de la tierra. Pero el hombre civilizado está en mejores condiciones que el salvaje a ese respecto. Puede elevarse en un globo pese a la gravitación; y ¿por qué no ha de poder esperarse que al final sea capaz de detener o de acelerar su impulso a lo largo de la dimensión del Tiempo, o incluso de dar la vuelta y de viajar en el otro sentido?".

"La Máquina del Tiempo", Herbert George Wells.



"El Tiempo en sus manos" ("The Time Machine", George Pal, 1960)



Advertencia: por acá resopla un spoiler.

Esa escena final en la que el Viajero (Rod Taylor) abandona nuevamente el presente para partir hacia el futuro, llevando consigo sólo dos libros, y la pregunta que uno de los invitados formula: cuáles serían los dos libros que uno transportaría para reconstruir una civilización...


lunes, 20 de abril de 2009

NIKITA KRUSCHEV CONOCE A GARY COOPER

Durante el mes de septiembre del año 1959, el premier de la entonces URSS, Nikita Kruschev, realizó una gira por los EE.UU.

A pesar de que la agenda del estadista debía hallarse bastante apretada se las arregló para hacer un hueco y así organizar un rifirrafe en las Naciones Unidas, para consternación de los delegados presentes, y en especial del entonces secretario general, Dag Hammarksjold, Mr. H., tal como solía gustar que le llamaran los periodistas, por lo demás incapaces para pronunciar correctamente su complicado apellido.

En el transcurso de aquella reunión estableció un precedente singular, el del empleo de un simple zapato como instrumento de protesta, en concreto para manifestar su oposición a las palabras de un dirigente occidental que ocupaba en ese momento la tribuna. Un gesto que traería cola, suela y cordones…, la mejor campaña de marketing para la industria zapatera soviética.


Pero no sólo se dedicó a insuflar nuevos aires a las soporíferas reuniones de alto nivel. Durante su visita al estado de California fue invitado por la comunidad cinematográfica a efectuar una visita a los estudios de Hollywood, en un tiempo en el que aún estaban presentes para todos los acontecimientos derivados de la tristemente llamada “caza de brujas”.
El 19 de septiembre el productor Charles Feldman organizó un almuerzo en los propios estudios de la Twentieth Century Fox, evento que se completó por medio de una visita guiada a un rodaje (se conserva una fotografía en la que se le ve con aire muy divertido, acompañado entre otros por Frank Sinatra y Shirley MacLaine).
A esa recepción de carácter no oficial acudieron unos trescientos invitados, entre ellos muchas estrellas de cine, Gary Cooper una de ellas.



Gary Cooper por Edward Steichen (1933)



Cuando le presentaron al actor Kruschev le saludó en los siguientes términos:

-He visto varias películas suyas. Me gustan. Es usted, sin duda, un excelente actor.

A esta declaración Cooper respondió, no sin que una leve sonrisa se dibujara en su rostro:

-Muchas gracias. También yo he presenciado algunas actuaciones suyas, y le aseguro, de verdad, que me parece usted mucho mejor actor que yo.


Naturalmente debía referirse a su manifestación zapateril en la ONU, pues aún faltaban un par de años para que Billy Wilder le convirtiera en protagonista involuntario de uno de sus vitriólicos gags.



"Un, Dos, Tres" ("One, Two, Three", Billy Wilder, 1961)

domingo, 19 de abril de 2009

ASÍ EN EL CIELO COMO EN LA TIERRA


No, no teman, me estoy refiriendo a la película de José Luis Cuerda en la que se plantea, desde una perspectiva que destila muchísimo humor, pero del absurdo, ese que te provoca cosquillas en el cerebro antes de que sientas cómo primero emerge la sonrisa y luego, al rato, la carcajada, las relaciones paterno-filiales en el ámbito celeste.







Una buena forma de deleitarse con el trabajo actoral de un nutrido grupo de profesionales, encabezados por Fernando Fernán Gómez, un reparto coral en el que encontramos también a Francisco Rabal, Jesús Bonilla, Mónica Molina, Agustín González, Chus Lampreave, Luis Ciges, Achero Mañas, Álex Angulo, Juan Luis Galiardo, Enrique San Francisco, Isabel Serrano, Gabino Diego, Mary Carmen Ramírez,…


En fin, no esperarían que iba a concluir la semana sin una sonrisa cálida, después del sentido homenaje del artículo anterior.








"Así en el cielo como en la tierra" (José Luis Cuerda, 1995)

HALLANDO JOYITAS POR EL CAMINO


El Departamento de Búsquedas Infructuosas (D.B.I.) de El Loro Azul, con el señor Pond a la cabeza, han vuelto a procurarme una de esas sorpresas que tan gratas me resultan. Una nueva prueba de la exactitud de la cita de Tennessee Williams: “Arrancar algo de eternidad a lo desesperadamente efímero constituye el mágico truco de la humana existencia”. En esta ocasión, y de acuerdo a su lema, oficioso, “debimos girar a la izquierda en Alburquerque”, durante sus deambulares por la red de redes de redes de redes de redes de redes (metafóricamente escribiendo, al estilo de Gertrude Stein) han descubierto una joya mediante la cual han logrado trasladarme a un tiempo situado unos cuantos años atrás.







¿La han reconocido? Esa voz, esa presencia,… Sí, es (o más bien era) Inma de Santis, la mujer a la que muchos conocimos porque se ocupaba de presentarnos la programación que podríamos visionar durante el fin de semana, incluidas las películas (¡y qué películas!).


Mas Inma de Santis era mucho más que eso, mucho más. Para conocerla mucho mejor el señor Pond me ha proporcionado la dirección de un blog, un blog dedicado única y exclusivamente a ella. Una verdadera joya a partir de cuya lectura (yo, bastante emocionado, se lo confieso, aún he leído solamente algunos de los artículos) se percibe el mimo que lo impregna y el, a qué negarlo, cariño puesto por su autor en la redacción.


Sin más les invito a conocerlo, tanto el propio blog, Inma de Santis, como el canal de Youtube de su autor, Octopusmagnificens.

Sin otro particular les dejo en la compañía de Inma de Santis.

ALFILERAZOS FOTOGÉNICOS (VII): CHAPLIN Y CARY GRANT


Antes de nada, música maestro. Así está mucho mejor, y ahora prosigamos...



"
Candilejas" ("Limelight", Charles Chaplin, 1952)

© Time Inc

-El deseo es el motivo de toda existencia.
-A veces en la juventud tenemos pocas ganas de vivir, que no sea demasiado tarde cuando nos aferremos a la vida... Como a mi edad, a estas alturas la vida llega a ser un hábito.
-Un hábito sin esperanzas.
-Pues aprenda a vivir sin ellas, viva para el presente. Aún así hay momentos maravillosos.
-Cuando se ha perdido la salud, no los hay. Estoy cansada de luchar.
-Porque lucha contra sí misma. No quiere darse una oportunidad. La lucha por la felicidad es hermosa.

Diálogo entre Calvero (Charles Chaplin) y Claire Bloom (Terry).



Cambiemos la música...

Cary Grant (1939)


“Todo el mundo quiere ser Cary Grant. Incluso yo”.

Archibald Alexander Leach.





Off topic (a A***): que siempre haya ropa dentro de las cómodas, aunque nadie abra los cajones, porque sabes que está ahí.


Y por supuesto, un poco más de música...


sábado, 18 de abril de 2009

SÁBADO MUSICAL: A RITMO DE SWING

Mi agradecimiento a D***, quien me descubrió este documental de la manera más casual.







"Jazz ´34:Remembrances of Kansas City Swing " (Robert Altman, 1996)



Ahora, además de visionar la película, "Kansas City" (Robert Altman, 1996) también tengo pendiente conseguir esta jam session.

SÁBADO MUSICAL: TRES VIAJES EN TORNO A UNA MISMA MELODÍA



Principiamos nuestro pequeño periplo musical de hoy en una chocolatería. Quizás sea un poco tarde para desayunar pero quién puede resistirse a la vista de los deliciosos bombones y tartas expuestos. Hasta el propio Sacha, un forofo cafetero a marcha martillo, se haya predispuesto a preparar una humeante taza del amargo brebaje.




Máxime si sentado a una mesa próxima un apuesto joven desgrana con la guitarra un tema dotado de un agradable ritmo, para alegría de la concurrencia que asiste arrobada a las evoluciones de sus manos sobre las cuerdas del instrumento. Entre ellos destaca una niñita, medio escondida tras uno de los extremos del mostrador de madera, quien mientras come a escondidas unos bombones de licor no se pierde un solo compás.

Sí, nos encontramos en el pueblecito francés de Lansquenet, más en concreto en el establecimiento regentado por Vianne Rocher; la primera etapa del pequeñito viaje que realizaremos sin que tan siquiera debamos movernos de nuestro asiento.




"Chocolat" (Lasse Hallström, 2000)



Y de Francia a los Estados Unidos, de un guitarrista a otro, éste un poco más famoso, pues no por nada es el segundo mejor del mundo. Un guitarrista en cuyo imaginario personal ocupa el primer puesto otro guitarrista, casi mítico, alguien a quien admira hasta tal punto que en la única ocasión en la que le conoció en persona no tuvo mejor idea que ... desmayarse.



Dejamos atrás nuestra breve estancia en los Estados Unidos para regresar a Francia, a París, la "Ciudad Luz", al "Hot Club". Sobre el escenario un grupo de músicos, con la presencia sobresaliente de un guitarrista, desgranan una melodía, la misma melodía, mientras los clientes asisten una vez más arrobados a la actuación.



Incluyo esta grabación que el "Quintet of the Hot Club of France" brindó como homenaje al fallecido Django Reinhardt a modo de curiosidad, y también como una forma de unirme a ellos en su homenaje, valga la redundancia


Aquí tenemos a Django ... y su "Minor Swing".



Django Reinhardt y Stéphane Grappelli




Proseguimos y abandonamos las sillas del "Hot Club" y la cortina de humo de los Gauloises y Chesters y nos acomodamos en la butaca de la platea de un teatro. ¿Les parece bien la fila cuatro, por ejemplo? Se trata del domingo 9 de noviembre de 2003. En la butaca situada inmediatamente tras de mí se encuentra R***, amigo, jazzista furibundo y antiguo compañero de vicisitudes laborales (de mayor a menor importancia). Sobre el escenario del Teatro Jovellanos se despliegan los integrantes del "Biréli Lagrène Gipsy Project".



Vuelven a sonar los acordes de "Minor Swing" y la memoria se despereza al ritmo de la guitarra...






Llega el momento del regreso así que dispónganse a entrechocar dos veces los tacones de sus zapatos (o de sus zapatillas)...

Espero que el viaje haya sido tan agradable para ustedes como para mí mismo, si no más.



Django Reinhardt (1910-1953)

Su música, su música aún perdurará por mucho tiempo


miércoles, 15 de abril de 2009

EL SÚMMUM DEL PERFECCIONISMO


Sicilia, Palermo, Palacio Gangi, año 1963. Calor, mucho calor, un calor húmedo, asfixiante.
Durante cuarenta y ocho extenuantes jornadas que se dilataban desde el atardecer hasta bien entrada la madrugada, un ejército de actores, extras y técnicos, moviéndose a las órdenes del director, Luchino Visconti, se ocuparon de trasladar al celuloide el baile descrito por Lampedusa en su novela “El Gatopardo”.

A las extremas condiciones ambientales, la temperatura era tal, a pesar de tomarse la precaución de desarrollar el rodaje durante las horas nocturnas, más frescas que las tórridas horas diurnas, que se hizo necesario instalar aparatos de aire acondicionado para aliviar el calor que aún y así seguía siendo sofocante. A esas condiciones terribles había que añadir, no menos importante, el afán perfeccionista del que siempre hacía gala el director italiano, casi rozando lo neurótico.

Para formarse una idea aproximada bastará con citar un puñado de detalles:

  • Dio orden a los encargados del atrezzo de que rellenaran los cajones de las cómodas con ropa de gran calidad, acorde con el escenario y la acción desarrollada. Ante las réplicas del resto de miembros del equipo de rodaje, quienes afirmaron juiciosamente que en ninguna de las escenas nadie iba a abrir ningún cajón él respondió que la ropa se sentía.
  • Se trataba de un baile, de un baile suntuoso, por lo que la vajilla, elaborada en metales nobles, tales como oro y plata, era genuina, digna de la alcurnia de los anfitriones.
  • Las viandas que eran servidas debían llegar a la mesa, para disfrute de los comensales-personajes, aún calientes, humeantes. El verismo requerido no se resolvió por medio de efectos especiales. Como las auténticas se encontraran demasiado lejos como para garantizar el efecto perseguido Visconti ordenó que los manjares se elaboraran en unas cocinas que fueron instaladas justo al lado del gran salón donde transcurría el baile.

Para comprobar si tantas exigencias dieron su fruto quizás resulte suficiente el visionar la escena del baile, a los sones de la música de Verdi, si es que la inmarcesible belleza (al menos en el celuloide) de Angélica-Claudia Cardinale, flotando al ritmo del vals en los brazos del aún apuesto Príncipe Don Fabrizio Salina-Burt Lancaster, a lo largo de la estancia iluminada por los candelabros, ¡ah!, se lo permiten.




"El Gatopardo" ("Il Gattopardo", Luchino Visconti, 1963)





Antes de que lo invadiese la náusea, el Príncipe pasó al salón contiguo; allí en cambio estaba acampada la tribu distinta y hostil de los hombres: los jóvenes estaban en la sala de baile y sólo se encontró con los ancianos, todos amigos suyos. Se sentó un momento entre ellos: allí no se invocaba en vano el nombre de la Reina de los Cielos; pero, en compensación, el aire estaba saturado de lugares comunes y discursos intrascendentes. Entre aquellos señores don Fabrizio tenía fama de `extravagante´; su interés por las matemáticas les parecía casi una perversión pecaminosa, y si no se hubiese tratado del príncipe de Salina, si no hubieran sabido que era un excelente jinete, un cazador infatigable y, mal que bien, un aficionado a las faldas, sus paralajes y sus telescopios quizá le hubiesen valido la expulsión; sin embargo, tampoco le hablaban demasiado, porque la frialdad azul de sus ojos, que los pesados párpados apenas dejaban entrever, tenían la virtud de hacer perder los estribos a sus interlocutores, de modo que a menudo se encontraba aislado, no por respeto, como él creía, sino por temor”.

El Gatopardo”, Giuseppe Tomasi di Lampedusa, fragmento de la sexta parte donde se refieren los acontecimientos que tienen lugar durante el baile en el Palacio Ponteleone.

martes, 14 de abril de 2009

ALFILERAZOS FOTOGÉNICOS (VI): DOUGLAS FAIRBANKS JR.







“En cuanto a mí, pensé que, si en algún momento un hombre se halla en la necesidad de convertirse en un villano, es preferible que sea un villano agradable, y Rupert Hentzau me resultaba infinitamente más agradable que sus dos compañeros, con sus caras largas y sus ojos mezquinos. A mi modo de ver, el pecado no es más grave cuando se comete à la mode y con estilo”.


“El Prisionero de Zenda”, Anthony Hope.

lunes, 13 de abril de 2009

UN PRESENTE PARA ESTE BLOG-CAFÉ


Caveat Emptorium, del blog Viento Escarlata, entregó un presente a este blog-café, y al abrir el envoltorio apareció...




Mi profundo agradecimiento por el detalle (al que se suman, por supuesto, el señor Pond, Sacha y ... la lista).

Las reglas aparejadas al premio son:

  1. Exhibir la imagen del sello.

  2. Poner el enlace de la persona que te lo ha regalado.

  3. Elegir 10 personas para pasárselo.

  4. Escribirles un mensaje en su blog para que se enteren de su premio.

En cuanto a la tercera regla (y a la cuarta, que va de su mano) por el momento he elegido dos, mas iré actualizando la lista poquito a poco.


[Continuará...]


domingo, 12 de abril de 2009

ALFILERAZOS FOTOGÉNICOS (V): AVA GARDNER





"Tócame y no verás amanecer", Kitty Collins (Ava Gardner) en "Forajidos" ("The Killers", Robert Siodmak, 1946).



EL SEÑOR DE LOS CAFÉS: SACHA






SACHA: No es posible, no…
Corre hacia Rick.
SACHA: Señor Rick, ha hecho usted algo maravilloso. (Besa a Rick).
RICK: Déjame, ruso loco.


"Casablanca" (Michael Curtiz, 1942)



Esta mañana, sentado a mi mesa habitual, mientras trataba de despertarme gracias a la taza de café que por lo habitual me sirve Sacha, noté un regusto extraño en el brebaje. Al no ser consciente de la existencia de ningún enemigo que desee verme muerto, y al constatar que el sabor no era precisamente el propio a almendras amargas, empecé a valorar otras hipótesis. Quizás recientemente hubieran purgado los circuitos internos de la cafetera, y como consecuencia, al no haber puesto el debido cuidado durante el proceso, podrían quedar aún restos de sales. Sin embargo una rápida ojeada al rostro de Sacha me hizo percatarme de que la solución al enigma planteado resultaba ser mucho más simple.

Contrariedad y enfado, enojo, cabreo monumental, vamos. Esas y otras muchas emociones se mostraban en los ojos encendidos, en el rictus feroz de la boca e incluso en las arrugas que surcaban su frente, justo por encima de un ceño que de tan contraído había provocado que las cejas se unieran formando una única línea, plena de recriminaciones sólo calladas a medias.

Claro. ¿Cómo había podido comportarme con tan poca sensibilidad? El padecer un cierto grado, benigno por supuesto, del Síndrome de Asperger no disculpaba mi poca consideración. Hace muy poco había dedicado un artículo al señor Pond, pero no había hecho lo propio con Sacha. De ahí que su carácter le había empujado a responder de aquella forma tan, digámoslo así, florentina. Al menos no había acudido al empleo de ninguna clase de veneno: sólo un poco de cloruro sódico disuelto en el café.

Es desagradable, sumamente desagradable, mas al menos no resulta mortal.


Por eso ahora mismo enmendo mi error, de ahí que este artículo esté dedicado al jefe de máquinas (o más bien de máquina), que con sumo placer elabora los cafés que disfrutamos tanto los visitantes como yo mismo.



"Operación Pacífico" ("Operación Petticoat", Blake Edwards, 1959)



Ahora espero que el siguiente sí que esté realmente aceptable, o al menos más soso…



... y por supuesto, por supuestísimo, sin olvidarme de "la lista musical"...

sábado, 11 de abril de 2009

SÁBADO MUSICAL: RENE AUBRY



Mi agradecimiento a R*** que me lo
descubrió por medio de su blog, del que
ya les hablé aquí anteriormente.











COSMOS



Los árabes utilizan una expresión para referirse a la Vía Láctea, la llaman "dareb altabbane", que podría traducirse como "el camino que deja la paja", en referencia al reguero dorado que deja tras de sí el carro colmado de espigas cuando avanza desde la tierra de labor con el granero como destino.




A principios de los años ochenta del pasado siglo el científico Carl Sagan nos visitó en nuestros hogares a través de la televisión, mediante una serie divulgativa que llevaba el título de "Cosmos, un viaje personal". Porque de eso se trataba, de un viaje en el que nosotros acompañábamos al astrónomo en un viaje que se iniciaba en los confines del universo para concluir en nuestro pequeño puntito azul. Basta recordar el arranque del primer episodio: "En la orilla del océano cósmico".




Mas lo que quiero destacar ahora es la última parte de ese primer episodio, cuando efectúa una "visita virtual" a la legendaria Biblioteca de Alejandría y nos habla de los papiros allí albergados. Si tuviera que escoger entre ambos momentos, el arranque en forma de viaje espacial o este último, el viaje temporal a un recinto que nadie volvar a hollar jamás me supondría un gran esfuerzo decantarme por alguno de ellos.



Primera parte



Segunda parte



¡Riiiiing! (Suena el teléfono de baquelita negra, situado en un extremo de la barra).
Descuelga el auricular Sacha. Habla algo y lo acerca a mi mesa.


-Es para usted…
-Sí. G. K. al aparato, ¿dígame?
-Buenos días.
-Buenos días.
-Verá usted. Soy un seguidor de su blog…
-Por muchos años.
-… ¡Ah, sí! Pues lo cierto es que llamo para emitir una queja y…
-Y su nombre es, señor…
-Templeton, E. Templeton. Bueno, ese es mi nick.
-Comprendo, señor Templeton. Su "nick". Y su queja se refiere a…
-Estooo…, su artículo, ¿sabe? En él no incluye ninguna referencia cinematográfica.
-Comprendo.
-Sí, la serie de TV de la que habla estaba muy bien, yo incluso conservo tengo la colección de vídeos en VHS. ¿Sabe? Pero era un documental…
-Comprendo.
-Me gustaría que subsanara esta deficiencia. Soy seguidor de su blog, ¿sabe?
-Sí, ya lo ha mencionado antes. Bueno, haré lo posible para enmendar ese ..., ¡ejem!, error.
-Gracias. Se lo agradecería mucho. Por cierto, me gusta mucho su blog.
-Gracias a usted por su llamada. Me pongo a ello en cuanto cuelgue.
-Bien. Pues, buenos días.
-Buenos días.

Piiiiiiii. Clac.



Teaser del tráiler de "Ágora" (Alejandro Amenábar, 2009)

viernes, 10 de abril de 2009

PINGARATAS (I): EL DIFUNTO GEORGE APLEY



Pingarata: chorro de licor que se echa al café.







"El difunto George Apley" ("The Late George Apley", Joseph Leo Mankiewicz, 1947)





Intérpretes: Ronald Colman (George Apley), Peggy Cummins (Eleanor Apley, su hija), Vanessa Brown (Agnès, sobrina de George), Richard Haydn (Horatio Willing), Edna Best (Sra. Catherine Apley, mujer de George), Percy Waram (Roger Newcombe), Mildred Natwick (Amelia Newcombe, hermana de George), Richard Ney (John Apley, hijo de George), Charles Russell (Howard Bowlder), Nydia Westman (Jane Willing), Francis Pierlot (Wilson), Kathleen Howard (Margaret), Paul Harvey (Julian Dole), Helen Freeman (Lydia).





Roger Newcomb a George: "Aparte de un buen funeral no hay nada que a un bostoniano le guste más que una boda".


George a su hija, Eleanor: "La felicidad es algo poco frecuente, Ellie. Especialmente en Nueva Inglaterra. Por eso somos tan expertos buscando sustitutivos".




George a su mujer, Catherine: "Parece ser que las teorías del doctor Freud establecen que la emoción, en fin, el sexo, gobierna prácticamente por completo la vida de la gente... en otras partes del país".


Agnès, a la vista del gesto de su cara, le pregunta a George si es que no le gusta el vestido para su puesta de largo, a lo que éste responde: "¿Quién ha dicho que no me guste, querida? Estoy seguro de que nos gustará mucho a todos cuando nos acostumbremos a verlo".



Amelia Newcomb: "Todo el mundo nos conoce, al menos en Boston. Cuando me siento deprimida me recuerdo a mí misma que soy una Apley".



Catherine Apley: "¿Hay alguna noticia de Europa?".
George (leyendo el periódico): "¿Europa? Déjame ver... Noticias del extranjero: una mujer de Boston ha sido madre de trillizos en Roma".




A modo de mera curiosidad cabe citar que la fotografía corre por cuenta de Joseph LaShelle, el mismo que en el caso de "Laura" (1944) de Otto Preminger.

NOTA ADICIONAL: en la parte inferior de la sidebar, junto al buscador, encontrarán un enlace para localizar entradas de forma aleatoria. No es preciso silbar siquiera, simplemente preguntar a Ronald Colman...

ALFILERAZOS FOTOGÉNICOS (IV)




Zapatones, Harry Lime (Orson Welles)


"Lo primero que oí cuando aún lloriqueaba en la cuna fue la palabra genio murmurada a mi oído. ¡Por eso no se me ocurrió pensar que no lo era hasta que fui un hombre hecho y derecho!". Orson Welles.






Estampa familiar de Orson Welles junto a su por entonces esposa, Rita Hayworth, y su hija Rebecca

© Time Inc

Rita Hayworth y Orson Welles estuvieron casados sólo durante unos cinco años. Contrajeron matrimonio en el año 1943 y se terminarían divorciando en el año 1948. Rita argumentaría que su decisión estaba motivada porque "es imposible vivir siempre con un genio".





Para el epitafio que debía ser colocado sobre su tumba escogió las siguientes palabras: "Nunca pienso en que alguien se acuerde algún día de mí. Encuentro tan vulgar trabajar para la posteridad como trabajar por dinero".


jueves, 9 de abril de 2009

CUANDO HOLLYWOOD HABLABA ESPAÑOL


Cuando era niño adoraba los westerns, una herencia de los gustos propios de mi padre, ayudado por la circunstancia de que los primeros actores a los que puse nombre, gracias a mi madre, fueron precisamente John Wayne y Robert Mitchum. Por aquellos días yo había establecido una clara distinción entre los que para mí eran los dos grupos en los que podían dividirse las películas de ese género.

Por una parte las películas de vaqueros propiamente dichas. Aquellas en las que el argumento se desarrollaba a partir del enfrentamiento del protagonista (el bueno) contra la caterva de los malvados de rigor, capitaneados por algún líder poco dado al enfrentamiento directo, pues ya disponía de la ayuda del Malo, con mayúsculas, aquel cuya cara mostraba su condición de consumidor compulsivo de pastillas para combatir la que parecía ser una permanente acidez estomacal, vestido siempre de negro negrísimo, desde los pies hasta la cabeza, y con dos pistoleras en las que reposaban sendos Colts. Ese era una de los grupos.

Del segundo formaban parte aquellos títulos en los que se narraban las luchas entre los “hombres blancos” (casacas azules o, en su defecto, alguna columna de colonos que disfrutaban de la inmensa suerte de disponer de la ayuda del protagonista, el bueno; en determinados casos incluso aparecían ambos) y los indios. Aunque a veces se narraran incluyendo unas pizcas de humor.


El párrafo anterior me sirve para ponerles en situación. Una vez encaminados ciñámonos ya sin más digresiones al tema central de este artículo. Si recuerdan alguna de esas películas “de indios” (o “de pieles rojas”, como las llamaría Guillermo Brown) tal vez puedan imaginarse la figura de Alan Ladd, o quizás la de James Stewart.

Que nadie busque tres pies al gato; mediante la inclusión de ambos en una misma frase no pretendo dar lugar a comparaciones odiosas, sus respectivas estaturas como centro y pretexto. Bien, hablaba de las “películas de indios”, y ponía como ejemplo a dos actores, sólo por citar alguno, y ahí me quedé. Por lo tanto prosigo en el siguiente párrafo, punto y aparte mediante.


En dichas películas (no teman, no voy a repetir otra vez el soniquete de “películas…”) asistíamos a la comunicación entre ambos grupos, hombres blancos (Alan Ladd y James Stewart, por ejemplo[1]) por una parte e indios por otra, utilizando para ello la lengua propia de los segundos. Y aquí surge una pregunta: ¿y si los actores hubieran hablado en un perfecto español, sin necesidad de acudir al empleo de otro idioma?

Esa fue la piedra que lancé al estanque, lo que sigue son las ondas que deformaron su superficie, antes plácida y serena.



La búsqueda de información acerca de Fortunio Bonanova para elaborar un artículo anterior me llevó a plantearme el recabar más información acerca de aquellos que acabaron recalando en la denominada Meca del Cine, en una peregrinación que en no pocos casos acabó por convertirse en definitiva. A este respecto pueden mencionarse los casos pioneros de varios compatriotas que, ya durante la etapa del cine mudo (silent movies), trataron de ganarse el condumio, y labrarse una cierta fama si esto también fuera posible, mediante su trabajo en la industria cinematográfica estadounidense, en algunos casos incluso logrando ambos fines[2].

Antonio Moreno (1888-1967), madrileño de nacimiento, quien acabó emigrando a los Estados Unidos en el año 1902, y que al cabo de múltiples peripecias terminaría por ser contratado por la Universal en 1912, aunque sólo para participar en una película de episodios[3].
Tras una larga carrera la irrupción del sonoro, lejos de apartarlo de la actuación ante las cámaras, consolidó más si cabe su posición, mas de forma tan sólo momentánea, pues no tardaría en acabar languideciendo en producciones cada vez menos relevantes.
Así en 1950 nos lo encontramos en una película acompañando a Cary Grant (un actor ya consagrado y que ya hacía mucho que había dejado de ser el nuevo Gary Cooper), José Ferrer, Ramón Novarro[4] (ya maduro, mucho) y Gilbert Roland. Por cierto que los dos últimos eran dos mejicanos de Durango, llegados a Hollywood en la época del cine mudo.


Sin ánimo de ser exhaustivo también cabría citar a Ramón Crespo (1900-1997), aunque en su caso contaba con una consistente formación teatral a sus espaldas, quien llegó a California en 1926.
Y a otros muchos…



Lo que vendría a caracterizar a muchos de los actores que decidían hacer las Américas era su participación en películas rodadas en español. La industria cinematográfica, como cualquier negocio, se percató durante la transición del cine mudo al sonoro de que Latinoamérica constituía un gran mercado potencial para las películas estadounidenses (sin olvidarse obviamente de nuestro país), siempre que a modo de paso previo y necesario, se procediera a rodarlas en español. Nacieron de esta forma, por un interés puramente mercantilista, las dobles versiones: española y anglosajona. Para ello la Paramount abrió un centro de producción en unos estudios situados en las cercanías de París, en Joinville-le-Point; mientras que por su parte la Metro optaba por permanecer en casa, en la siempre soleada California.


Pueden recordarse títulos tales como “Evangelina o el Honor de un Brigadier”, en la que participó el propio José Crespo, y que contaba con guión del propio autor, Enrique Jardiel Poncela, quien durante un tiempo bastante corto vivió en Los Ángeles. Su incapacidad para dominar mínimamente el inglés motivó su pronto regreso de su etapa americana. O también el “Drácula” (1931) de Tod Browning, para la que se realizó una versión en español, protagonizada por Carlos Villarías, y que según muchos incluso supera a la original[5].


Al hilo de ese reconocimiento resulta gratificante el hecho de que la adaptación de esa película para su versión adicional en español fuera obra de un llanisco (natural de Llanes, Asturias) donde había nacido un 26 de septiembre del año 1878, siendo bautizado como Baltasar, premonitorio nombre, y con los apellidos Fernández Cue. Un hombre que durante muchos años trabajó allende el Atlántico simultaneando sus ocupaciones como guionista y como periodista. Su muerte, en 1966. se produjo al retornar de su exilio, destino alcanzado tras huir de la prisión en la que había sido confinado por su abierta colaboración con el gobierno republicano.


A continuación, y a pesar de que vuelvo a repetir que no se haya en mi ánimo la exhaustividad, y a modo de apropiado y justo homenaje, reseño una lista con los profesionales que marcharon a Hollywood (los que optaron por Joinville pueden encontrarse en cualquier tratado dedicado al tema): Benito Perojo, Edgar Neville, José López Rubio, Miguel Mihura, Enrique Jardiel Poncela, Antonio Vidal, Rafael Ribelles, Conchita Montenegro,…


"El Viaje a Ninguna Parte" (Fernando Fernán Gómez, 1986)


Como estudiante cuya buena parte de su vida lectiva discurrió durante la etapa pre-LOGSE, a lo largo del artículo he empleado el sustantivo español para hacer mención a nuestra lengua común, por referirme a ella en relación al inglés, entendiendo que el acudir al uso del término castellano sólo tiene su razón de ser cuando se la relaciona con el resto de lenguas y dialectos hablados en nuestros hogares. G. K. Dexter.



[1]Ver el final del anterior párrafo.
[2]Edgar Neville llegaría a dirigir una película de escasa repercusión acerca de este tema: “Yo quiero que me lleven a Hollywood” (1931).[3]Bastante famosas por aquella época y a cuya clase pertenecen las denominadas del “rescue in the last minute” (rescate en el último minuto, aplicando la técnica conocida en el argot cinematográfico bajo el nombre de "cross-cutting" o "montaje paralelo", la simultaneidad de dos o más historias, una técnica debida al genio de D. W. Griffith); así llamadas a consecuencia de que poseían la característica común y definitoria de incluir en su parte final el rescate de la protagonista de las garras de una muerte segura, astutamente planeada por parte del malvado, gracias a la salvadora intervención del tópico héroe: tendida sobre las vías del tren, atada de pies y manos, un tren expreso que avanza a todo vapor hacia ella, etc, etc.
Podemos recordar el sentido
homenaje a las películas mudas y a las cómicas en concreto (incluidas las sonoras, pues la dedicatoria explícita es para Stan Laurel y Oliver Hardy) que Blake Edwards rodó bajo el nombre de “La Carrera del Siglo” (“The Great Race”, 1965), con Tony Curtis, Jack Lemmon, Natalie Wood y Peter Falk.
Por supuesto también existen ejemplos en la cinematografía española de esta clase de seriales: series de episodios encadenados tomando como ejemplos las obras folletinescas del siglo XIX. El primero lo rodaría Juan María Codina, llevando un título dotado de un nada desdeñable sabor local: “Los Siete Niños de Écija” o “Los Bandidos de Sierra Morena” (1911-1912). A causa del éxito cosechado por el primer episodio se rodaron dos más (¿a alguien le resulta familiar esta fórmula?, episodio piloto, éxito y ¡adelante!). Aún trataría de repetir una vez más la campanada mediante “El Signo de la Tribu” (1915); una vez hallado el filón, ¿por qué no aprovecharlo?
Sin embargo, a pesar de los ejemplos citados, será preciso esperar hasta la traslación al celuloide de las aventuras de Diego Rocafort para encontrarnos con una obra que verdaderamente crea un género. Se trata de “Los Misterios de Barcelona” (¿una traslación espacial pre-Woody del folletín literario de Sue, “Los Misterios de París”?). A lo largo de los años 1915 y 1916 se rodarían un total de ocho episodios protagonizados por este personaje, heredero directo del conde de Montecristo de Alejandro Dumas padre.
Al frente del proyecto se encontraba Alberto Marro, junto al ubicuo Codina.
[4]Actor que participó en la primera versión de Ben-Hur, la de Fred Niblo, allá por 1925, pero que también participó en “El Prisionero de Zenda” (1922), bajo el nombre de Ramón Samaniegos, interpretando a ese crótalo barnizado de noble que es Rupert de Hentzau.[5]La dificultosa dicción del húngaro Bela Lugosi es tenida por algunos como un elemento que lastra la película mientras que para otros es precisamente ese defecto aparente el que otorga a su caracterización del noble transilvano de su genuino atractivo.

martes, 7 de abril de 2009

...LES PRESENTO AL SEÑOR POND


Creo llegado el momento de hablarles acerca del señor Pond. Cuantos visitan este café cinéfilo habrán tenido cuantiosas oportunidades de leer algunas de sus aportaciones. No hará falta explicar, por tanto, que se trata del responsable máximo del Departamento de Búsquedas Infructuosas (D.B.I.), el mismo que en este adhocrático establecimiento se ocupa, su nombre proporciona una pista segura acerca de su cometido, de indagar, auscultar y, en suma, de buscar cuanta documentación sea precisa para apuntalar los artículos que de cuando en cuando van apareciendo.


Cierta tarde, y de eso ya hace unos cuantos meses, se personó por el Loro Azul un desconocido que bien pronto dejó de ser tal para formar parte de la plantilla de los habituales. Aparte de quien esto escribe, y permítanme que me mencione en primer lugar, tenemos también a Sacha, ese loco ruso, el único que parece conocer a la perfección cuáles son los estados de ánimo de la cafetera, así como las manías que sus circuitos de agua caliente parecen provocar un día sí y otro también.


Nunca me han dado buena espina quienes portan bastones y huelen a perfume de gardenias. En su presencia siento de inmediato un temor irracional a que se encuentren prestos a desenfundar un revólver de pequeño calibre cuanto menos te lo esperas; el veintidós es un bonito número mas en determinados contextos pierde fatalmente mucho de su encanto.

Como fuera que aquel desconocido no desprendía aroma floral alguno, y además no se distinguía el más mínimo rastro de muletas o bastones decidí darle un voto de confianza. En pago a mi actitud benevolente me respondió con un gesto silencioso mientras me tendía una cartulina confeccionada en un papel verjurado de alto gramaje. Si hubiera puesto encima de la mesa, me encontraba tomando uno de los cafés especiales de Sacha (“el café debe ser caliente como el infierno, negro como el diablo, puro como un ángel y dulce como el amor”, la frase no es suya sino de Talleyrand), un oscar en un homenaje velado a Gregg Toland (v. “RKO 281”) no me hubiera mostrado menos sorprendido. Sin embargo mientras paseaba los ojos por el texto impreso una vocecita interior me dijo que aquel hombre hablaba mucho más de lo que callaba.


Como resultara que su predecesor en su futuro puesto, el de documentalista-jefe, me había abandonado poco antes opté por contratarle, decisión a la que ayudó sus pretensión de ejercer como tal a título gratuito. No hará falta que les explique que luego de unos minutos, durante los que aguardó pacientemente a que yo terminara de leer el texto, sí que pronunció algunas frases.


Por supuesto yo acepté sus condiciones sin entrar en molestas negociaciones y regateos. Llevado por un talante diplomático para nada pretendí ofenderle contrariando sus deseos.


La causa fundamental de la marcha del anterior responsable había sido la presencia de unas discrepancias económicas que se mostraron como insalvables y que se basaban en la naturaleza y cuantía de los emolumentos percibidos. Yo consideraba que se encontraba más que bien pagado mientras que él discrepaba acerca de este parecer. Mantenía tozudo que una palmadita en la espalda de tanto en tanto no constituía suficiente contraprestación para sus desvelos. No negaré que su pretensión de alimentarse a diario así como la de costearse tanto vestimenta como otros gastos personales a costa de mis ya de por sí menguados capitales me hacían inclinarme a pensar que, debido a una mala interpretación de nuestra relación contractual, había acabado por tomarme por un filántropo.


Fue en esta forma como el viento fresco, y junto a él el propio señor Pond, arribaron a este establecimiento.



En sucesivas charlas mantenidas en sucesivas jornadas, mil y una tazas de café de por medio, fui poco a poco descubriendo los hitos de su carrera que él, parco en elogiarse a sí mismo, tuvo a bien mencionar dosificándolos con cuentagotas.

En cierta ocasión había colaborado junto a la señorita Bunny y el no menos prestigioso ingeniero Richard Summer en la modernización del departamento de documentación de un canal de noticias.



"Su Otra Esposa" ("Desk Set", Walter Lang, 1957)


Empujado por su carácter de hombre emprendedor decidió, valga la redundancia, emprender una nueva carrera y terminó recalando en uno de los departamentos de la acrisolada Crimson Permanent Assurance.




Quizás cansado de las aventuras a las que los nuevos vientos empujaron a la plantilla no tardó en abandonar también este barco.

Lo último que me confesó es que había ocupado un puesto de funcionario en el Ministerio de Información, mas esta vez las labores a desempeñar se revelaron tan sumamente burocráticas que no tardaron en chocar con su forma de ser.



"Brazil" (Terry Gilliam, 1985)


Ante la disyuntiva de seguir nuevos derroteros o convertirse en un Bartleby decidió optar por la primera opción. Así fue como acabó por atravesar el umbral de "El Loro Azul"...



Para terminar sólo me resta incluir a continuación el texto que figuraba impreso en aquella cartulina, confeccionada en un papel verjurado de alto gramaje.
Hela aquí.


"A poco que se reflexionara sobre ello, Mr. Pond se asemejaba curiosamente al estanque del jardín. Durante la mayor parte del tiempo era igual de sereno, igual de límpido y claro, valga la expresión, en sus habituales reflejos de la tierra y el cielo y la hermosa luz del día. Y sin embargo yo sabía que en el estanque del jardín había algunas cosas raras. Una de cada cien veces, uno o dos días en todo el año, el estanque parecía enigmáticamente distinto; o su lisa tranquilidad era interrumpida por una sombra fugaz o un relámpago; y un pez o un sapo o alguna criatura más grotesca se mostraba al cielo. Y yo sabía también que en Mr. Pond había monstruos: monstruos mentales que emergían sólo un instante a la superficie y luego retornaban a las profundidades. Se mostraban en forma de comentarios monstruosos en medio de su charla razonable e inofensiva. Algunos pensaban que a la mitad de una conversación harto juiciosa se volvía loco de improviso. Pero asimismo no tenían más remedio que admitir que de inmediato regresaba a la cordura".


"Las Paradojas de Mr. Pond", Gilbert Keith Chesterton.