Un espacio destinado a charlar acerca del cine, saboreando una taza de café (puede que más), sentados en torno a una mesa. Por el simple gusto de hablar por hablar acerca de una pasión compartida por una reducida infinidad, así nomás como son estas cosas.

Bienvenidos a mi hogar. Entren libremente. Pasen sin temor. ¡Y dejen en él un poco de la felicidad que traen consigo!

jueves, 25 de diciembre de 2008

MOMO

A un buen amigo.


Esta misma tarde he acudido a una residencia a visitar a un anciano tío-abuelo. Por circunstancias de la vida se trata del último familiar por parte paterna que me queda de la generación de mis abuelos.
Mientras mantenía una charla con él hubo algo en aquella sala de descanso que me llamó poderosamente la atención. Al fondo, silencioso, arrebujado bajo una manta, permanecía sentado en una silla de ruedas un anciano de rostro resplandeciente.
Sí, digo resplandeciente y digo bien. Sus ojos, al contrario que los del resto de ocupantes brillaban con un fulgor especial. Sus labios no formaban exactamente una sonrisa sino que ésta emanaba de su mirada.
Algo en ese gesto me resultó familiar. Familiar y cercano.



"Momo sabía escuchar de tal manera que a la gente tonta se le ocurrían, de repente, ideas muy inteligentes. No porque dijera o preguntara algo que llevara a los demás a pensar esas ideas, no; simplemente estaba allí y escuchaba con toda su atención y toda simpatía. Mientras tanto miraba al otro con sus grandes ojos negros y el otro en cuestión notaba de inmediato cómo se le ocurrían pensamientos que nunca hubiera creído que estaban en él.
Sabía escuchar de tal manera que la gente perpleja o indecisa sabía muy bien, de repente, qué era lo que quería. O los tímidos se sentían de súbito muy libres y valerosos. O los desgraciados y agobiados se volvían confiados y alegres. Y si alguien creía que su vida estaba totalmente perdida y que era insignificante y que él mismo no era más que uno entre millones, y que no importaba nada y que se podía sustituir con la misma facilidad que una maceta rota, iba y le contaba todo eso a la pequeña Momo, y le resultaba claro, de modo misterioso mientras hablaba, que tal como era sólo había uno entre todos los hombres y que, por eso, era importante a su manera, para el mundo.
¡Así sabía escuchar Momo!".
"Momo", Michael Ende.



"Momo" (Johannes Schaaf, 1986)


Además de visionar DVDs lo de volver a visitar ciertos libros no es mala idea. Eso y otras muchas cosas las leí en los ojos de aquel anciano.

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