Un espacio destinado a charlar acerca del cine, saboreando una taza de café (puede que más), sentados en torno a una mesa. Por el simple gusto de hablar por hablar acerca de una pasión compartida por una reducida infinidad, así nomás como son estas cosas.

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lunes, 10 de agosto de 2009

LECTURAS AGOSTÍES (I): "LA DAMA DEL PERRITO"







"Ojos Negros" ("Oci ciorne" u "Ochi chyornye", Nikita Mikhalkov, 1987)

Qué recuerdos acerca de la película de Mikhalkov, basada en ese relato.


En una silla de mimbre reposa desmayadamente el cuerpo mortal de Chéjov. A la vista de su aspecto su pensamiento se encuentra muy lejos de allí, muy lejos del envoltorio que le alberga. Si aceptó venirse hasta este balneario se debió sólo a los porfiados consejos de sus amigos, preocupados por el abatimiento en el que se había visto sumido durante el transcurso de las últimas semanas.

No era para menos puesto que ya llevaba varios meses sin que ni una sola línea hubiera salido de su pluma. La "toska", el aburrimiento tan propio de los habitantes de las estepas rusas, había hecho presa de él, y lo que sentía en su interior no era algo susceptible de ser curado por medio de unos simples baños. Se trataba de algo mucho más profundo.

Hoy ha convenido en salir, no ya por la recomendación de los facultativos del centro sino motivado por la visión del sol que esplendoroso brilla en el exterior. Ahí nos lo encontramos, muy cerca de la piscina de barro en la que chapotean con suma alegría un grupo de residentes, unos genuinos creyentes en los efectos terapéuticos de la combinación del agua y el barro medicinal. A este respecto él no es más que un descreído, lo que explica que se limite a permanecer sentado en una silla de mimbre, leyendo sin mucho interés las páginas de un periódico local.

El animado ambiente es roto de súbito por la irrupción de una repentina ráfaga de viento cuya intervención hace volar un delicado sombrero femenino, con tan mala suerte que termina por precipitarse en el mismo centro de la piscina. A la vista de este hecho el escritor abate delicadamente su periódico para pasar a observar detenidamente el reposado flotar de la pamela, apenas perturbado por las ondas producidas por los nadadores, los cuales, sumidos en su diversión, permanecen ajenos a la presencia de ese objeto.

Durante un instante piensa en la mala suerte que acaba de ofrecer sus respetos a la propietaria. Sin duda no podrá recuperar su prenda a no ser que alguno de los que nadan de aquí para allá convenga en acercárselo. Mas los acontecimientos no se desarrollan como cabría esperar, mostrando una vez más la riqueza de posibilidades que más tarde o temprano nos ofrece la existencia.

El escritor siente cómo a su misma vera pasa el caballeroso porte de un hombre alto, vestido con un vistoso terno blanco y tocado con un sombrero de igual color. Anda con lentitud, no exenta de lo que no deja de ser una cierta gracia aristocrática, imagen a la que refuerza el bastón que porta con delicadeza en su mano derecha. A juzgar por sus andares se deduce que tal adminículo no es más que una muestra de coquetería personal, un complemento decorativo que presta a su figura una manifiesta gracia.

El desconocido se acerca al borde de la piscina, parece dudar un segundo, aunque sólo sea para decidir con qué pie va a avanzar y, acto seguido, se sumerge hasta la cintura dentro del parduzco líquido. A igual paso que sobre tierra firme continúa avanzando, directo hacia la pamela. No bien llega a su altura la recoge, saluda a unos conocidos por medio de un cabeceo, al tiempo que alza su propio sombrero y da media vuelta, desandando el camino. Si es que puede utilizarse esa palabra dado el medio sobre el que se desplaza. Con vigor atlético emerge de la piscina, sin prestar atención alguna a las manchas amarronadas que decoran su antes flamante traje y se acerca a una joven destocada quien, al igual que el propio Chéjov, no ha perdido detalle de las evoluciones de tan galante caballero. Una vez más vuelve a quitarse el sombrero a modo de personal saludo, esta vez íntimamente dirigido a la propietaria del adminiculo y, luego, sin mediar palabra alguna se aleja tras dar media vuelta, con el mismo andar resuelto y lento de un principio.

Chéjov le observa mientras se aleja, ajeno por completo a las miradas de admiración que su gesto ha provocado y piensa para sí. Piensa que en su cuarto del primer piso, en una maleta de las que conforman su equipaje, guarda unas cuartillas, una pluma y un tintero…


2 comentarios:

BLAS dijo...

Hola Dexter!

Imagino que habrás visto la película de "El Lector". Yo la leí cuando salió el libro y me gustó, pero el otro día, cuando al fin salió a la venta, pude ver la adaptación cinematográfica, y puedo decir que es perfecta, que sobrepasa por completos mis espectativas siempre pesimistas, hacia las adaptaciones al cine que suelen hacerse de libros excepcionales. Todo este rollo para decirte que es curiosamente éste libro, "La Dama del perrito", uno de los grandes protagonistas de esta película. De hecho es con el libro que ella se decide aprender a leer de modo autodidacta, cosa de gran importancia en la peli.
Ya sé que este comentario es completamente "offtopic", pero me gustó tanto la película que me ha hecho gracia encontrar este título entre tus entradas estivales.

Saludos!

G. K. Dexter dijo...

Blas.

Pues agradezco que mediante tu comentario "offtopic" me hables de esa película, "El Lector", puesto que aún no la he visto. Si es que a mí lo de ir al cine (y lo tengo a cinco minutos de casa) me produce una intensa pereza (probablemente al ser unos multicines enclavados en un centro comercial; ¡cómo añoro los de antaño ya cerrados!).

En mi caso Chejov, y más en concreto este libro de relatos (Alianza Editorial), fue el primer autor ruso que leí.

Un saludo cinéfilo-literario.