“[...] -Lo voy a preparar al gusto de don Luis Buñuel, si no muestran inconveniente.
Ni el uno ni el otro se opusieron a la elección de la receta.
-Él siempre lo bebía utilizando para su elaboración ginebra Giró, y por supuesto que no faltara el Noilly Prat. Le gustaba lo muy francés y no habrá necesidad de que les explique que además este vermut liga muy bien puesto que es extremadamente seco.
Echó un vistazo al cuenco con hielo y sonrió.
-En Chicote nos ocupábamos de que se encontrara bien frío, justo a cero grados centígrados, para que de esa forma no se derritiera al entrar en contacto con el vaso mezclador. Me temo que el inesperado derretido del hielo ha aguado más de un cóctel y de una reputación. Sin ir más lejos el propio don Luis, quien era un asiduo visitante del local, aunque lo hiciera más bien en la hora previa al almuerzo, en cierta ocasión se marchó de él sin saludar siquiera. Mucho nos temimos entonces que algo en la elaboración no había estado a la altura de su estricto gusto.
Remojó levemente los hielos con el vermut en el vaso mezclador y escurrió por completo el líquido. Sólo guardarían el aroma a Noilly Prat, aunque a Pepe a juzgar por su cara de desagrado no le parecía muy canónico semejante desperdicio se abstuvo de emitir protesta alguna en tal sentido. Después Dionisio vertió un chorro de la ginebra catalana.
-En cuanto a las proporciones esto es algo que depende del gusto personal del cliente. Don Luis aceptaba que se utilizara el vermut únicamente para aromatizar el hielo. »Otro gran aficionado a este cóctel, Winston Churchill, iba un paso más lejos y sólo permitía que el vermut, muy seco por supuesto, entrara en contacto con la ginebra de una forma un tanto peculiar: por medio de los rayos de sol que incidían sobre el vaso mezclador una vez que hubieran atravesado la botella de vermut. »En cambio Hemingway hizo que el protagonista de uno de sus relatos bebiera en el Harry´s Bar veneciano un dry martini preparado acorde con lo que él daba en denominar el “estilo Monty”: una parte de vermut y quince de ginebra. Ese apelativo, según explicaba este escritor, provenía del propio mariscal inglés Montgomery, “Monty”, de quien se contaba que jamás entraba en combate a no ser que sus fuerzas estuvieran en relación de quince a uno con las de su enemigo, y mire usted él derrotó en El Alamein al invencible Afrika Korps, con el general Rommel a su frente. »Nadie se atreverá a considerar a Ernest como un mero aficionado pues por todos es sabida la anécdota lindante con la leyenda acerca de la forma en que liberó el bar del Hotel Ritz de París, subfusil Sten en mano. Lo que sí resulta más creíble es el hecho de que para celebrarlo ordenara que se prepararan setenta y tres dry martinis, de los cuales dieron buena cuenta tanto él como los partisanos que le acompañaban. Aunque dudo de que el reparto de los combinados fuera en exceso equitativo dada su probada fama de gran bebedor.
Qué estremecimiento recorrió mi lomo al oír de nuevo aquel nombre: mi dama de compañía, el barman Pierre, el conserje Jean Paul, las veladas en el Bar Hemingway y aquel olor del Habana Club Reserva...
Dionisio no había dejado de trabajar mientras hablaba, al tiempo inmerso en la liturgia de la elaboración del cóctel. A las claras se percibía su gran experiencia y profesionalidad, máxime por los toques que dio por medio de la cucharilla para agitar, nada de remover, la mezcla.
-Agitado, no removido -no pudo evitar comentar Pepe por lo bajo.
-Exactamente caballero, “shaked, not stirred”. Ian Fleming sabía muy bien cómo preparar un buen dry martini. Lo que ya resulta mucho más dificultoso es saber el número exacto de toques: tres, cuatro, cinco,..., es cosa de pura intuición.
Cuando se sintió satisfecho del resultado obtenido fue vertiendo el contenido en las copas con sumo cuidado, el colador colocado en la boca del vaso mezclador detenía el deseo del hielo de acompañar en su caída al maravilloso néctar. Resultaba imponente el asistir a la exquisitez con la que procedía, con la prestancia que le daba su traje, la mano izquierda a la espalda y la ligereza con la que inclinaba el vaso mezclador para verter la parte justa en cada una de las copas, sin que durante el trasvase se derramara ni una sola gota.
-Y ahora las aceitunas -dijo mientras se ocupaba de depositar una aceituna clavada en un mondadientes en cada una de las copas-. Existe gente que también pone trocitos de corteza de limón o que en su defecto añade un poquito de zumo pero como se cuenta que una vez replicó indignado un cliente a un barman que le había propuesto amablemente agregar una simple gota de limón: “¡Oiga!, no le he pedido una limonada”.
Las copas y su casi transparente contenido brillaban bajo los halógenos.
[...]”.
"El Barman Peripatético".
2 comentarios:
Salud!
Elphaba.
Kampai!!
Fdo.: el señor Pond, director ejecutivo del Dpto. de Búsquedas Infructuosas de El Loro Azul.
Un saludote cinéfilo ;)
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