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jueves, 8 de mayo de 2008

LARGA VIDA PARA KULECHOV

Uno de los cineastas que introdujo muchas de las ideas claves para la labor de montaje cinematográfico fue el ruso Lev Kulechov (1899-1970), quien a partir del año 1921 comenzó a ejercer como profesor en la Escuela Estatal de Cine de Moscú, ocupándose de transmitir a sus alumnos sus novedosas concepciones acerca del montaje. Una de sus principales contribuciones recibe el nombre de “experimento Kulechov” (aquí encontrarán una descripción muy completa sobre este experimento, procede del blog de Adriana Carriles).

En esencia tal experimento consistía en demostrar cómo el mismo gesto de un actor puede transmitir sentimientos muy diferentes según cuál fuera la imagen que lo acompañara. En la práctica desarrollada por Kulechov éste lo consiguió uniendo imágenes en las que se mostraban sucesivamente un plato de sopa, un niña muerta y una bella mujer, intercalando entre cada una el rostro del actor Iván Mosjukin, cuyo gesto no variaba en absoluto a pesar de que las imágenes que lo acompañaban sí lo hicieran. Paradójicamente ese rostro inmutable bastaba para transmitir a los espectadores unas emociones que conjugaban a la perfección con la naturaleza de las imágenes visionadas.

Existe una anécdota en la que participan Hitchcock y James Stewart, en la cual el primero se propuso demostrar al segundo la importancia que poseía el montaje para el lenguaje cinematográfico. Para ello el director no tuvo mejor idea que poner en práctica una modalidad del citado experimento.
Primero le mostró a Jimmy una imagen en la que podía vérsele luciendo un rostro sonriente, una imagen a la que seguía la estampa de un tierno bebé. Seguidamente volvió a mostrarle la misma imagen sonriente mas en esa ocasión la encadenó con otra en la que se mostraba la figura de una bellísima mujer desnuda. Naturalmente la interpretación que se podía dar a la misma sonrisa variaba radicalmente entre un caso y otro: durante la proyección de estas imágenes el pobre Stewart pasaba sin solución de continuidad de ser considerado un amantísimo padre a un degenerado lujurioso. Y eso sin que hubiera variado un ápice su cordial sonrisa.
De hecho el propio Hitchcock lo pondría en práctica en varias escenas de su película La Ventana Indiscreta (The Rear Window, 1954). Si mal no recuerdo la anterior anécdota se desarrolló precisamente durante su rodaje.
Cuando el fotógrafo al que da vida Stewart se dedica a observar al vecindario por medio de unos potentes binoculares le vemos cómo sonríe mientras se deja llevar por su sobrevenida condición de voyeur inofensivo. Los diferentes matices otorgados a esa sonrisa, en apariencia inocente, los proporcionan las imágenes que la cámara nos muestra desde una perspectiva subjetiva: un perrito correteando por el patio, en primer lugar, una joven desnuda en el segundo.

En Youtube me he encontrado con el siguiente vídeo, un anuncio de una marca de refrescos para cuya realización se utiliza una escena de la película Espartaco (Spartacus, Stanley Kubrick, 1960). La gracia del anuncio radica en la contemplación del rostro de Kirk Douglas, pues dado el nuevo montaje las emociones que nos sugiere son muy diferentes a las que originalmente nos mostraba en la película.



En suma, que hasta la publicidad se ha aprovechado de las enseñanzas de Kulechov. Vivir para ver.

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