Una de mis manías a la hora de leer la prensa consiste en comenzar la lectura de cualquier periódico por la última página. Sólo hago una excepción para esta regla los sábados, cuando inicio mi lectura de forma invariable por el suplemento literario Babelia. A esa manía, más extendida de lo que yo creía, habría que añadir un interés, que casi podríamos decir que roza la necrofilia, por leer con sumo detenimiento la página de obituarios. Y sin embargo lejos de considerarme a mí mismo como un gótico-emo-aficionado al brillo postrero de los que un día fueron y ya no son (“sum quod eris, quod eres ante fuit”) debo confesar que por medio de esta costumbre acabo por descubrir a muchísima gente de la que en vida nunca había tenido la más mínima noticia, unas personas que gracias a su embarque en la barcaza de Caronte logran, a buen seguro que de forma involuntaria, desprender un último fulgor.
La parrafada que antecede pretendía ser una introducción para la noticia que hoy publican los periódicos acerca de la muerte de Joseph Pevney. Otro cineasta que abandona este mundo por una residencia definitiva en el celuloide.
La parrafada que antecede pretendía ser una introducción para la noticia que hoy publican los periódicos acerca de la muerte de Joseph Pevney. Otro cineasta que abandona este mundo por una residencia definitiva en el celuloide.
Joseph Pevney
Hasta hoy mismo nada sabía acerca de este director de cine. No soy muy aficionado a las series televisivas, mundo por el que se movió durante su última época laboral, ni si a eso vamos, jamás osaría en autoproclamarme un trekkie, lo cual a buen seguro disculpará mi ignorancia y mi ausencia de emociones, un comportamiento más propio de un oriundo de Vulcano.
Tras una primera lectura de su filmografía observé con el corazón contrito que no había visto ni una sola de sus películas. Llegados a este punto, ¿cómo podría decir algo acerca de él? Lo de fusilar su entrada en la Wikipedia me parecía del todo punto inaceptable, pero sin embargo quería agregar aquí algo sobre él, a modo de homenaje, algo, aunque sólo fuera una pequeña conversación en torno a uno de mis habituales cafés con leche. Pero, ¿el qué?
Una segunda lectura, esta más reposada, me deparó como sorpresa el que uno de los títulos, el cual paradójicamente había pasado por alto en un primer momento, saltara desde el texto. Claro, ahí estaba, ¿cómo se me había podido haber escapado? Esa sí que la había visto.
Mi condición de cinéfilo aficionado se hallaba por fin a salvo.
El hombre de las mil caras (Man of a thousand faces, Joseph Pevney, 1957)
2 comentarios:
Pevney es un director estupendo. Sin llegar a la altura de un maestro (Raoul Walsh quedaría muy lejos), sí es un artesano de primer orden, honesto y competente. Dos de sus películas más granadas, "Vuelta a la vida" y "El crepúsculo de los audaces", así me lo confirman.
Bienvenido, Anónimo, a este mi humilde cafetín. Y gracias por su opinión.
Su comentario me recuerda que tengo como cuestión pendiente acercarme a la filmografía de este director.
Un saludo cinéfilo.
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