Un espacio destinado a charlar acerca del cine, saboreando una taza de café (puede que más), sentados en torno a una mesa. Por el simple gusto de hablar por hablar acerca de una pasión compartida por una reducida infinidad, así nomás como son estas cosas.

Bienvenidos a mi hogar. Entren libremente. Pasen sin temor. ¡Y dejen en él un poco de la felicidad que traen consigo!

miércoles, 6 de enero de 2010

ARAÑÉ AL REY BALTASAR


Un par de días antes del Día de Reyes, un centro comercial abarrotado de público [un mercado en el que una multitud de vendedores ofertan sus mercancías a los viandantes, comerciantes a los que se unen acróbatas y cuentacuentos]. Una pareja con su hijo de corta edad se acercan al trono de los Reyes Magos para que el pequeño pueda "pedir" sus regalos [el niño corre de atracción en atracción, ora el cuentacuentos, ora los acróbatas]. Cuando se sienta en el regazo del rey Baltasar estira su manita y, sin querer, arrastra con ella un poco del maquillaje necesario para la mayestática representación, dejando al descubierto unas tenues líneas blancas [un hombre vestido con una chílaba blanca se aproxima tambaleándose al grupo para terminar desplomándose ante el padre; como acto reflejo éste trata de cogerlo. Cuando lo hace el rostro del desconocido se desliza entre sus manos dejando impresas en ella unas inquietantes franjas blancas...].

El niño, un tanto preocupado, se gira hacia su padre y le dice: "arañé al rey Baltasar".




La anécdota, real como la vida misma, me la contó un colega hace un par de días y le ocurrió a su ahijado. La historia paralela nos la narró en celuloide Alfred Hitchcock.


Para rodar la escena en la que el Dr. Ben McKenna (James Stewart) descubre cuál es la identidad del desconocido apuñalado (Daniel Gélin, interpretado por Louis Bernard) el equipo técnico barajó varias posibilidades. Como fuera que el intento de mostrar cómo los dedos retiraban el maquillaje del rostro de Louis no quedaba bien en pantalla (y menos en Vistavision, y aquí sería interesante que un experto expusiera su opinión al respecto) debieron acudir a otro procedimiento. Este consistió en embadurnar de blanco las manos de Stewart. De esa forma el gesto impotente del buen doctor sólo consiguió dejar unos trazos blancos sobre el rostro del asesinado.

Decididamente el efecto conseguido resultó ser genial.


"El hombre que sabía demasiado" ("The man who knews too much", Alfred Hitchcock, 1956)




La película se basaba en un argumento original de Charles Bennett y D. B. Wyndham-Lewis, no confundir con la recopilación de relatos de G. K. Chesterton del mismo nombre.

3 comentarios:

BLAS dijo...

Esta peli es en la que Doris Day le canta a su hijo una canción para encontrarlo...? Me agobia muchísimo!!

G. K. Dexter dijo...

Blas.

Efectivamente, cuando lo buscaba en la embajada... Comprendo cómo te debías sentirte al ver esas escenas, que de por sí ya son lo bastante desasosegantes.

Desde luego no era mi intención recrear tales sensaciones en unas fechas como estas.

Seguimos leyéndonos.

Un saludo cinéfilo.

BLAS dijo...

Es que Doris Day consigue transmitirte por completo la empatía de madre en una situación así... Una fantástica actriz, no solamente como la recordamos siempre en sus comedias con Rock Hudson, que me encantan :D, sino en todas.

Saludos Dexter!!