Nacido en Irlanda, más en concreto en la capital, Dublín, allá por el año 1893, Cedric Gibbons terminaría por recalar al otro lado del Atlántico, más en concreto en Nueva York, donde se ocuparía de estudiar arte.
Cedric Gibbons (centro) junto a su mujer, Dolores del Río,
y el actor Basil Rathbone
Tras entrar en el mundo del cine en 1915 aún deberían transcurrir un par de años antes de que iniciara su labor como director artístico. Una vez que empezó a ejercer como tal no dejó de hacerlo y de hecho en menos de un año ya podemos encontrarlo trabajando bajo las órdenes de Samuel Goldwyn, en lo que no era más que el germen de la futura Metro Goldwyn Mayer.
Dada las muestras de profesionalidad de las que hizo gala desde un principio no tardó en escalar posiciones hasta llegar a convertirse en el Director Artístico Jefe de la MGM. La consecuencia directa de este nombramiento la encontramos en que a lo largo de su carrera se le puede relacionar, bien de forma directa o indirecta, con prácticamente unos mil quinientos títulos, lo cual basta por sí sólo para considerarle como el primer ser humano nacido de madre mortal al que los dioses han dotado con el don de la ubicuidad. Mas a este respecto no cabe pensar en la posibilidad de que hubiera rubricado algún tipo de acuerdo con el diablo ni por supuesto en mariposeos con las artes nigrománticas. La explicación, como suele ser habitual, resulta ser mucho más mundana y radica en el modo de funcionar que tenían los grandes estudios durante esa época.
Como jefe del departamento artístico no era otro sino él quién firmaba el trabajo desarrollado por el equipo que se encontraba a su cargo en la práctica totalidad de las producciones salidas del estudio. Para comprobarlo basta con estudiar los títulos de crédito de aquellas películas producidas por la factoría de la Metro Goldwyn Mayer durante las décadas de los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo. En ellos su nombre figura el primero, escrito con caracteres bien grandes, bajo la categoría de Art Director.
Basta con revisitar títulos tan emblemáticos como Ninotchka (Ernst Lubitsch, 1939), Historias de Filadelfia (The Philadelphia Story, George Cukor, 1940), Cita en San Luis (Meet me in Saint Louis, Vincente Minnelli, 1944), Un Día en Nueva York (On the town, Stanley Donen, 1949), Bodas reales (Royal Wedding, Stanley Donen, 1951) o Cantando bajo la lluvia (Singin´ in the rain, Stanley Donen, 1952).
Ninotchka (1939)
No contento con influir sobre las costumbres de su época gracias a los diseños de interiores que supervisó para sus películas incluso encontró tiempo libre para diseñar la famosa estatuilla de los óscar, llegando finalmente a conquistar la mareante cifra de once sobre un total de treinta y siete nominaciones.
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