Mel Ferrer, Sidney Pollack, Antonioni, Fernán Gómez, Ingmar Bergman y otros muchos ya se fueron. Una simple ojeada a las páginas de los diarios dedicados a publicar los obituarios basta para que a uno le asalte la idea de que los mejores ya se han ido, dejando tras de sí sólo unas sombras de celuloide. Cuando uno se ha encariñado con películas producidas hace sesenta, cincuenta, cuarenta o treinta años, resulta evidente que tarde o temprano debe asistir al mutis de aquellos que colaboraron con su maestría y buen hacer a convertirlas en míticas.
Pero no todo está perdido. Aún podemos disfrutar con otras, más actuales, que escapándose de los tópicos imperantes en la industria cinematográfica, por desgracia más atenta a los réditos que a la posibilidad de forjar algo bello, nos proporcionan escenas que se graban a fuego en nuestra mente.
Pero no todo está perdido. Aún podemos disfrutar con otras, más actuales, que escapándose de los tópicos imperantes en la industria cinematográfica, por desgracia más atenta a los réditos que a la posibilidad de forjar algo bello, nos proporcionan escenas que se graban a fuego en nuestra mente.
Como fondo, como fondo el arrastrar de las olas en la playa cercana…"I can´t do it"."I know".
Camino a la Perdición (Road to Perdition, Sam Mendes, 2002).
2 comentarios:
Lo malo de estar enamorado de obras que tienen 40 50 o 60 años( en mi caso la musica) no es que sus autores esten criando malvas, sino que sabes que llegara un momento en que ya habras escuchado lo mejor y solo te queda la opción de ir revisitando(como odio esta palabra) todas las maravillas que ya conoces.
El contraste entre el placer por descubrir tesoros y la seguridad de que no son inagotables, que jamás existirá la posibilidad de encontrar otro más... Quizás sea en esta trágica cualidad donde reside la belleza que los adorna, o tal vez una conclusión como ésta no sea otra cosa que un bálsamo más o menos útil por medio del cual aquietar el espíritu de uno.
Mas, como bien dices en tu comentario, siempre nos queda la posibilidad de paladear (me gusta más que el por ti denostado revisitar, este verbo posee para mí unas notas de nostalgia de las que esta ceremonia carece por completo)de nuevo las sensaciones ya holladas. Así siempre podemos descubrir cómo determinados rasgos que durante nuestras anteriores expediciones habían permanecido ocultos pasan ahora a refulgir ante nuestros sorprendidos ojos. Desde luego no a causa de que antes no se hallaran allí, siempre estuvieron, sino porque en las anteriores ocasiones eran precisamente nuestros actuales ojos los que no se encontraban presentes.
Publicar un comentario