"- ¿El nombre de Usher no significa nada para usted?
- Nada.
- Bueno, ¿y este nombre: Edgar Allan Poe?
El señor Bigelow meneó la cabeza.
- Por supuesto - gruñó delicadamente el señor Stendahl, con desaliento y desprecio a la vez -. ¿Cómo pude pensar que conoce al bendito señor Poe? Murió hace mucho tiempo, antes que Lincoln. Quemaron todos sus libros en la Gran Hoguera. Hace ya treinta años...
- Ali - dijo juiciosamente el señor Bigelow -. ¡Uno de aquellos!
- Sí, Bigelow, uno de aquellos. Allí ardieron Poe y Lovecraft y Hawthorne y Ambrose Bierce, y todos los cuentos de miedo, de fantasía y de horror, y con ellos los cuentos del futuro. Implacablemente. Se dictó una ley. Oh, no era casi nada al principio. Mil novecientos cincuenta y mil novecientos sesenta. Primero censuraron las revistas de historietas, las novelas policiales, y por supuesto, las películas, siempre en nombre de algo distinto: las pasiones políticas, los prejuicios religiosos, los intereses profesionales. Siempre había una minoría que tenía miedo de algo, y una gran mayoría que tenía miedo de la oscuridad, miedo del futuro, miedo del presente, miedo de ellos mismos y de las sombras de ellos mismos.
- Ya.
- Tenían miedo de la palabra «política», que entre los elementos más reaccionarios acabó por ser sinónimo de comunismo, de modo que pronunciar esa palabra podía costarle a uno la vida. Y apretando un tornillo aquí y una tuerca allá, presionando, sacudiendo, tironeando, el arte y la literatura fueron muy pronto como una gran pasta de caramelo, retorcida y aplastada, sin consistencia y sin sabor. Poco después las cámaras cinematográficas se detuvieron, los teatros quedaron a oscuras, y de las imprentas que antes inundaban el mundo con un Niágara de material de lectura, brotó una materia inofensiva e insípida, como de un cuentagotas. ¡Oh, hasta el «entretenimiento» era extremista, se lo aseguro!
- ¿De veras?
- Así es. El hombre, decían, ha de afrontar la realidad. ¡Ha de afrontar el Aquí y el Ahora! Todo lo demás tiene que desaparecer. ¡Las hermosas mentiras literarias, las ilusiones de la fantasía, han de ser derribadas en pleno vuelo! Y las alinearon contra la pared de una biblioteca un domingo por la mañana, hace treinta años. Alinearon a Santa Claus, y al jinete sin Cabeza, y a Blanca Nieves y Pulgarcito, y a Mi Madre la Oca... Oh, ¡qué lamentos!, y quemaron los castillos de papel y los sapos encantados y a los viejos reyes, y a todos los que «fueron eternamente felices», pues estaba demostrado que nadie fue eternamente feliz, y el «había una vez» se convirtió en «no hay más». Y las cenizas del fantasma Rickshaw se confundieron con los escombros del país de Oz, e hicieron unos paquetes con los huesos de Ozma y Glinda la Buena, y destrozaron a Polícromo en un espectroscopio y sirvieron a Jack Cabeza de Calabaza con un poco de merengue en el baile de los biólogos. La Bella Durmiente despertó con el beso de un hombre de ciencia y expiró con el fatal pinchazo de su jeringa. Hicieron que Alicia bebiera algo de una botella que la devolvió a un tamaño donde no podía seguir gritando «más curioso y más curioso» y rompieron el Espejo de un martillazo y acabaron con el Rey Rojo y la Ostra.
El señor Stendahl apretó los puños, jadeante, el rostro enrojecido. ¡Oh Dios, no había pasado tanto tiempo!".
- Nada.
- Bueno, ¿y este nombre: Edgar Allan Poe?
El señor Bigelow meneó la cabeza.
- Por supuesto - gruñó delicadamente el señor Stendahl, con desaliento y desprecio a la vez -. ¿Cómo pude pensar que conoce al bendito señor Poe? Murió hace mucho tiempo, antes que Lincoln. Quemaron todos sus libros en la Gran Hoguera. Hace ya treinta años...
- Ali - dijo juiciosamente el señor Bigelow -. ¡Uno de aquellos!
- Sí, Bigelow, uno de aquellos. Allí ardieron Poe y Lovecraft y Hawthorne y Ambrose Bierce, y todos los cuentos de miedo, de fantasía y de horror, y con ellos los cuentos del futuro. Implacablemente. Se dictó una ley. Oh, no era casi nada al principio. Mil novecientos cincuenta y mil novecientos sesenta. Primero censuraron las revistas de historietas, las novelas policiales, y por supuesto, las películas, siempre en nombre de algo distinto: las pasiones políticas, los prejuicios religiosos, los intereses profesionales. Siempre había una minoría que tenía miedo de algo, y una gran mayoría que tenía miedo de la oscuridad, miedo del futuro, miedo del presente, miedo de ellos mismos y de las sombras de ellos mismos.
- Ya.
- Tenían miedo de la palabra «política», que entre los elementos más reaccionarios acabó por ser sinónimo de comunismo, de modo que pronunciar esa palabra podía costarle a uno la vida. Y apretando un tornillo aquí y una tuerca allá, presionando, sacudiendo, tironeando, el arte y la literatura fueron muy pronto como una gran pasta de caramelo, retorcida y aplastada, sin consistencia y sin sabor. Poco después las cámaras cinematográficas se detuvieron, los teatros quedaron a oscuras, y de las imprentas que antes inundaban el mundo con un Niágara de material de lectura, brotó una materia inofensiva e insípida, como de un cuentagotas. ¡Oh, hasta el «entretenimiento» era extremista, se lo aseguro!
- ¿De veras?
- Así es. El hombre, decían, ha de afrontar la realidad. ¡Ha de afrontar el Aquí y el Ahora! Todo lo demás tiene que desaparecer. ¡Las hermosas mentiras literarias, las ilusiones de la fantasía, han de ser derribadas en pleno vuelo! Y las alinearon contra la pared de una biblioteca un domingo por la mañana, hace treinta años. Alinearon a Santa Claus, y al jinete sin Cabeza, y a Blanca Nieves y Pulgarcito, y a Mi Madre la Oca... Oh, ¡qué lamentos!, y quemaron los castillos de papel y los sapos encantados y a los viejos reyes, y a todos los que «fueron eternamente felices», pues estaba demostrado que nadie fue eternamente feliz, y el «había una vez» se convirtió en «no hay más». Y las cenizas del fantasma Rickshaw se confundieron con los escombros del país de Oz, e hicieron unos paquetes con los huesos de Ozma y Glinda la Buena, y destrozaron a Polícromo en un espectroscopio y sirvieron a Jack Cabeza de Calabaza con un poco de merengue en el baile de los biólogos. La Bella Durmiente despertó con el beso de un hombre de ciencia y expiró con el fatal pinchazo de su jeringa. Hicieron que Alicia bebiera algo de una botella que la devolvió a un tamaño donde no podía seguir gritando «más curioso y más curioso» y rompieron el Espejo de un martillazo y acabaron con el Rey Rojo y la Ostra.
El señor Stendahl apretó los puños, jadeante, el rostro enrojecido. ¡Oh Dios, no había pasado tanto tiempo!".
Fragmento de "Usher II", "Crónicas Marcianas" de Ray Bradbury.
Al menos me queda el inmensísimo gustazo de deleitarme escuchando el maravilloso tema que encabezaba mi ... fenecida ... lista aquí mismo...
La contribución del señor Pond
La de Sacha, la de Sacha mejor me la ahorro...; debido al ruido procedente de la cafetera sus gruñidos y farfulleos me resultaron ininteligibles, coloristas mas por completo ininteligibles.
Y mañana, mañana hablaremos de los sábados musicales...
9 comentarios:
Un post más que interesante el que nos traes en esta oportunidad. El video de Laura me trajo gratos recuerdos. Saludos!
Ya sabía yo que escribirías sobre esta ecatombe... En cuanto me enteré por el blog de Elphaba, lo primero que hice fué acordarme de tu deliciosa selección musical... Y pasarme por tu blog a ver que tijeretazos habían dado: Un horror.
El requiem muy a propósito, como siempre.
Saludos
Budokan.
Me alegra constatar que ha vuelto una vez más, aunque con cierto retraso. Un verdadero placer volver a leerle.
Un saludo cinéfilo.
Blas.
Debido a la emoción del aniversario y a la ingente cantidad de trabajo que se me viene encima, en esta época de cierres y demás zarandajas que no vienen a cuento por formar parte de la "vida" laboral, hasta ayer no leí el post de Elphaba.
Sudores fríos me asaltaron mientras tecleaba la dirección de mi blog. Palabras que no son propias ni de caballero ni de carretero afloraron a mis labios. Deseos de cometer actos dolosos con premeditación, alevosía, nocturnidad y muy pero que muy mala leche, sin eximente de clase alguna, se me pasaron por la cabeza, siempre teniendo como objeto y persona a "los individuos" que han convertido en oneroso lo que no dejaba de ser un placer gratuito, una forma de disfrute con la que no se hacía daño a nadie... Pero bueno, los intereses economicistas de esta época que nos ha tocado vivir priman cada vez más sobre la esencia más pura de los seres humanos...
(Vaya, ayer no tenía palabras para expresar mi más profunda indignación, de ahí que recurriera a uno de mis pasajes preferidos de Bradbury, el mismo que empleé una vez, hace muchos años, ante una muestra de censura zafia, desconsiderada y publerina por parte del propietario de una emisora de radio, una acción llevada a cabo en la persona de un buen amigo; el pobre hombre, hablo del "propietario" no pudo imaginarse que el comienzo de "mi" programa, con la música del NO-DO, encadenado con el discurso de Hynkel y la posterior lectura a continuación de esa misma cita, con el adagio de Barber como fondo sonoro, no era más que la materialización de la opinión que yo mantenía acerca de su papanatismo...
Y doy por concluido aquí mi parlamento pues mucho me temo que de lo contrario mi comentario va a ser muchísimo más largo que el propio post).
Pero HAL no ha muerto. Ayer mismo puse manos a la obra y me ocupé de buscar un nuev reproductor, un mediante el que pudiera reproducir de nuevo los títulos así arrancados. Sí, ningún Dr. Bowman va a desconectar una lista de reproducción sin que yo haga algo al respecto...
Por eso mismo ahora la música que debería sonar sería.
Un saludo cinéfilo-literario-melómano aficionado.
P.D.:Gracias por tus palabras.
No he podido evitar escuchar completo el Concierto para violín de Brahms con el que nos has deleitado para explicar tu estado de ánimo actual tras la búsqueda, jajaja... Apropiadísimo!!
Saludos!
Mi vida no ha sido más que un capricho, ilusión, pasión, deseo de soledad, desprecio del presente, anhelo del porvenir...
Edgar Allan Poe
Espero que Victor Manuel o cualquier otro progre, no quiera cobrar por la cita.
Los que venden discos y entradas para conciertos, no los que pago yo por medio de aytos y demás sanguijuelas a las que alimento cada día, suelen agradecer la difusión gratuita de sus creaciones.
En fin, me ha encantado el fragmento de Bradbury y he ido a releer un poco a Poe, adecuado para recrearse en el estado de animo provocado por la situación de dominio de los cerdos, para los que se den por aludidos que lean a Orwell.
Reginald Perrin.
Sin ánimo provocador propongo también, al hilo de último párrafo, una cita mixta e intertextual: "... y cuando se despertó los cerdos todavía estaban allí".
Je, je,... A ver cómo cobran por esta cita...
Un saludo cinéfilo.
Reginald.
¡Ultima noticia!: la lista funciona...
Un saludo cinéfilo.
Blas.
Sí, el tema de Brahms, incluido el sábado, mostraba muy bien mi alegría...
Un saludo cinéfilo.
P.D.: te contesto tras las últimas novedades, de ahí mi aparente tibieza en la respuesta. Je, je,... Habemus lista... Fumata blanca...
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